Alberto Pasini nace en Busseto el 3 de septiembre de 1826, último de los cinco hijos de Giuseppe y de Adelaide Crotti Balestra. En 1828 muere el padre, y la madre se traslada con sus hijos a Parma, donde podía contar con la ayuda del tío del pequeño Alberto, el pintor y miniaturista Antonio Pasini, bien relacionado en los círculos de la corte y colaborador del célebre tipógrafo Bodoni. Muy pronto se manifesta la vocación del joven Pasini, el cual ingresa a los diecisiete años en la Academia de Bellas Artes de Parma, cursando la especialidad de paisajismo y, en 1848, la de dibujo.

Entre 1850 y 1851 se le encarga la serie de litografías Treinta vistas de los castillos de los alrededores de Piacenza, Lunigiana y Parma.

Su talento como dibujante llama la atención del artista Paolo Toschi, personaje culturalmente muy notable que anima al joven Pasini a abrirse camino en París, pues en aquellos años en torno a 1851, tras la muerte de la duquesa María Luisa, Parma ofrecía escasísimas oportunidades de trabajo. Así es como ingresa en el taller de Charles y Eugène Ciceri. Un mundo nuevo repleto de experiencias se abría ante él al adherirse a la llamada Escuela de Barbizon.
En 1853 se admite en el Salon de París una litografía suya titulada El atardecer, lo que le permite ingresar en el taller del famoso Chassériau; éste, al poco tiempo, en febrero de 1855, recomienda a Pasini para que le sustituya como artista en la misión del ministro plenipotenciario P. Bourée, que partía para Persia.

Los diez meses que pasa en Teherán y el viaje de regreso a través del norte de Persia y Armenia hasta llegar al puerto de Trebisonda marcan para siempre su carrera como pintor orientalista.
Al poco de regresar a París el público le reconoce su talento artístico y aprecia en él a un excelente colorista y a un pintor luminista todavía mejor, así como a un impecable dibujante, a un riguroso paisajista, a un vivaz narrador y a un estricto ilustrador de la realidad -una realidad en la que apenas hay rastro de romanticismo y que carece totalmente de las concesiones decadentes y las referencias simbolistas del exotismo de finales de siglo. En 1859, Pasini emprende su segundo viaje al Mediterráneo oriental: se detiene en El Cairo, atraviesa el desierto árabe del Sinaí, recorre las costas libanesas y llega a Atenas. Al año siguiente se casa con Marianna Celi, que será su compañera durante toda su vida y que en 1862 le dará una hija llamada Claire.

En el verano de 1865 pasa una temporada en Cannes, donde pinta luminosos paisajes de la Costa Azul.

En octubre de 1867, vuelve a viajar a Constantinopla, requerido por el embajador de Francia, Bourée, gran amigo y mecenas suyo; allí permanecerá durante nueve meses. Regresa a Turquía al año siguiente para ejecutar cuatro cuadros que le había encargado el sultán Abdul Aziz. Cuando estalla la guerra de 1870, regresa a Italia y se instala, no en su Parma natal, sino en Cavoretto, en las colinas de los alrededores de Turín.

En 1876, estando nuevamente de camino a Turquía, a donde lo había llamado el sultán Abdul Aziz, tiene que interrumpir el viaje en Viena al enterarse de la muerte del mandatario.
Los únicos acontecimientos extraordinarios fuera de su sosegada y productiva vida en su gran taller de Cavoretto son sus estancias en Venecia y dos viajes a España, en 1879 y 1883.
De 1888 data el autorretrato que enviará a Florencia, a la Galleria degli Uffizi. Después de esto, acomete una serie de paisajes piamonteses de Cavoretto e Issogne.

En 1895 es miembro del Comité patrocinador de la Bienal de Venecia y en 1898 del jurado de la Esposizione Nazionale de Turín.

Su serena y fructífera existencia (pintó cerca de un millar de obras) se extingue el 15 de diciembre de 1899.

Pasini fue un artista afortunado, tanto en vida como después de su muerte, pues los coleccionistas siempre se interesaron vivamente por sus obras, las cuales figuran en las principales colecciones públicas y privadas de todo el mundo.

Giovanni Godi

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