Piero della Francesca es uno de los artistas más admirados del siglo XV. Nació en Borgo San Sepolcro, en la Toscana, y su verdadero nombre era Piero di Benedetto dei Franceschi. Aunque se dedicó fundamentalmente a la pintura, también desarrolló otras facetas como las de escritor y teórico. Según la tradición fue maestro de Luca Signorelli y en su tiempo gozó del favor de importantes mecenas, entre los que se encontraban algunos de los hombres más poderosos de Italia, como el duque de Urbino, la familia Este en Ferrara, Segismundo Malatesta de Rímini y el papa Nicolás V. Posiblemente se formó en su ciudad natal, con Antonio de Anghiari, y su estilo revela un interés por la geometría y los nuevos descubrimientos surgidos en torno a la perspectiva aplicada a la pintura. Influido por las teorías de Alberti, la obra de Uccello y Domenico Veneziano, con el que colaboró en San Egidio, Florencia, hacia 1439, su trabajo se caracteriza por ser refinado y monumental, especialmente en su madurez, reflejándose en sus figuras características de la escultura de Donatello y de las pinturas de Fra Angelico.

Aunque un buen número de sus obras no ha llegado hasta nuestros días, se ha logrado reconstruir su trayectoria artística. De sus primeros años son el Retablo de santa Lucía, que evidencia su contacto con Domenico Veneziano, y El Bautismo de Cristo de la National Gallery de Londres. Su interés por los efectos lumínicos queda ya patente en estas pinturas. Entre sus trabajos para las cortes italianas hay que señalar los frescos del Templo Malatestiano de Rímini, entre los que destaca el de Segismundo Malatesta venerando a su patrón. Al alcanzar su madurez artística, llevó a cabo la que es considerada su obra maestra y un referente para la historia de la pintura: el ciclo de frescos con La historia de la Santa Cruz en la iglesia de San Francisco de Arezzo. En éstos se resumen los tres aspectos más representativos del arte del pintor: el interés por la perspectiva matemática, el naturalismo y la destreza en el uso de la luz. Entre sus obras más conocidas se encuentran La Flagelación de la Galleria Nazionale de Urbino y el doble Retrato de Federico de Montefeltro y su mujer Battista Sforza, hoy en la Galleria degli Uffizi de Florencia y cuyos fondos están considerados uno de los paisajes más bellos de todo el siglo XV.

Al final de su vida perdió la vista y murió el 12 de octubre de 1492.

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