Copley retrató a Catherine Hill hacia 1772, al igual que había hecho unos años antes con su marido, Joshua Henshaw II y otros miembros de su familia. Toda la atención se centra en la figura, de busto, ligeramente girada hacia la izquierda, y situada en un fondo oscuro y neutro. Su rostro, despejado e iluminado, en el que se puede intuir una sonrisa, se dirige al espectador con una mirada directa y serena. El pelo está recogido con una cinta rosa, del mismo color que el vestido, ricamente adornado con perlas y brocados. Con su mano izquierda sostiene un chal azul que la envuelve.

El pintor, que es considerado uno de los primeros maestros de la pintura norteamericana, alcanzó un gran éxito como retratista entre la rica clase comerciante de Boston. Su éxito sigue la tradición de la pintura inglesa, si bien adopta soluciones formales distintas. Por ejemplo, el protagonismo de la observación directa lleva a un mayor realismo y profundización en el personaje.

CM

En la América colonial, donde el retrato se convirtió en el género artístico primordial, John Singleton Copley pronto destacó como el principal retratista de Boston, su ciudad natal, donde residiría hasta 1774. Su maestría para evocar la presencia tanto física como psicológica de sus modelos le haría triunfar también en Europa, donde se convertiría en el pintor de moda de la sociedad londinense.

A comienzos de la década de 1770, el próspero comerciante Joshua Henshaw II (1746-1823) le encargó su retrato y el de su esposa Catherine Hill, perteneciente a la colección del Museo Thyssen-Bornemisza. En ambas pinturas Copley sigue el esquema de sus retratos anteriores, en los que sus modelos, generalmente colocados en primer término, están representados con una fuerte iluminación sobre sus rostros y posando en actitudes distinguidas, tomadas de la tradición retratística inglesa.

En el retrato de Catherine Hill, Copley intenta transmitirnos la psicología de la modelo a través de su mirada penetrante dirigida hacia el espectador, a lo que se añade la colocación de la joven delante de un fondo oscuro en el que parece flotar. Como en la mayoría de sus obras, el pintor hace gala de su habilidad para plasmar sobre el lienzo las diferentes texturas de las suntuosas telas y para representar, de forma muy minuciosa, los más pequeños detalles del vestuario, como los remates de encaje, brocado y perlas.

Paloma Alarcó

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