Gran parte de la popularidad de Heade se debe a sus pinturas de pantanos salados de la costa este de los Estados Unidos. Al igual que otras obras de la serie, Pantanos en Rhode Island se sitúa a medio camino entre los paisajes vírgenes de la Escuela del Río Hudson y el paisajismo pastoral posterior. Ya no se trata de un ámbito salvaje, sino de un entorno humanizado. Ahora bien, a diferencia de pintores como Jules Breton y Jean-François Millet, la presencia del ser humano es silenciosa. Apenas una carreta de heno a medio llenar, un rastrillo y algunas ropas abandonadas bastan para informarnos de que ha llegado el fin de la jornada. Heade contrapone la disposición en profundidad de los almiares y el discurrir horizontal de la corriente de agua en primer término. Sin embargo, lo más sobresaliente de esta obra tal vez sea la luminosidad del cielo, que el artista estudió bajo todas las condiciones ambientales posibles.

JAL

Martin Johnson Heade siempre ha sido identificado estrechamente con la pintura de los pantanos de sal de las regiones del este de Estados Unidos. James Jackson Jarves, en un libro escrito en 1864, consideró que la especialidad de Heade era la representación de praderas. Heade pintó sus «fatigosas líneas y perspectivas horizontales introduciendo un profuso surtido de almiares que funcionan como variantes o la monotonía de la llanura, pero también las representó inundadas por la rica luminosidad del sol y demostrando siempre gran maestría para figurar el ardor de la estación estival». Heade fue muy consciente de la delicada belleza que destilaban los pantanos de sal con sus constantes cambios de luz. En la descripción que Harriet Spofford hizo de Newburyport en Harper's New Monthly Magazine (1875), escribió: «Quien desee ver una pradera en estado perfecto, repleta de tonos color esmeralda y oro y sombras rojo burdeos retirándose en la distancia hasta perderse en el destello del mar, debe buscarla aquí, donde Heade encuentra material para pintar sus exquisitos pantanos y sus vistas de praderas». Las pinturas de pantanos ejecutadas por Heade fueron tan solicitadas y alcanzaron tanto éxito en su época, que C. E. Clement y L. Hutton escribieron en 1899 que «probablemente ha pintado más pinturas de estas características que de cualquier otro tema». Cerca de un centenar de estos lienzos que nos han llegado no cabe duda de que pueden ser considerados como los más refinados que salieron de los pinceles de Heade al final de la década de 1860.

La recolección de los almiares de sal, que se desarrolló de forma natural a lo largo de áreas costeras inundadas de Estados Unidos, hacía necesaria la intervención de una comunidad de trabajadores -segadores, rastrilladores, cargadores- durante el tiempo de su cosecha. Aunque en los primeros años de su carrera artística Heade pintó temas de género y alegóricos, muy pronto decidió separarse de las enseñanzas de sus colegas europeos Jules Breton y Jean-François Millet, y de pintores americanos como Eastman Johnson o Winslow Homer, quienes también representaron las faenas de los trabajadores en la estación del almacenamiento del heno. Por el contrario, las pinturas de Heade son en su mayoría escenas desprovistas de signos de trabajo activo; y como ocurrió en el caso de Claude Monet, quien en la década de 1890 también decidió retratar paisajes deshabitados mostrando las labores de la cosecha, sus almiares son respuestas elegíacas a las evanescentes condiciones de la luz, atmósfera y cambios de estación.

Pantanos en Rhode Islands es un lienzo más grande que la mayoría de las escenas pintadas por Heade, y el carro de heno, motivo que este pintor gustaba utilizar, constituye una parte más prominente dentro del paisaje que en otros cuadros que representan el mismo tema. El carro, parcialmente cargado con heno, permanece sobre el firme suelo encima de la humedad pantanosa provocada por la subida de la marea; delante de él, sobresaliendo de entre una pila de rocas, está el mango de un rastrillo abandonado por los cosechadores que ya se han marchado. Alargándose sobre la superficie pantanosa y hundiéndose hacia el horizonte se hallan los almiares. El heno se transportaba en caballos y en carretas o bien en barco desde el pantano durante la marea alta en la época de la cosecha; sin embargo, interminables filas de almiares también eran abandonados en los pantanos hasta el invierno. Entonces, como el suelo estaba helado, el heno podía ser recogido más fácilmente. La carreta de heno, cuya silueta se recorta contra la luz crepuscular, sugiere la naturaleza transitoria del trabajo del hombre, un patetismo que fue subrayado en un lienzo como Praderas de Nueva Jersey, con restos de una carreta de heno (c. 1881, anteriormente en The Metropolitan Museum of Art, Nueva York) en donde aparecen los vestigios de un carro decrépito abandonado entre los montones de heno.

Kenneth W. Maddox
 

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