Pintora y grabadora suiza, Angelica Kauffmann fue una artista prodigio, que destacó por sus dotes para el dibujo en su niñez. Angelica pasó su juventud colaborando y viajando con su padre, el modesto pintor Joseph Johann Kauffmann, por toda Suiza, Austria e Italia. Antes de cumplir quince años, Angelica, ya trabajaba independientemente ejecutando retratos. En 1763 los Kauffmann están documentados en Roma, donde Angelica comenzó a estudiar la escultura clásica. A pesar de que continuó pintando retratos durante toda su vida, fue entonces cuando dio sus primeros pasos en la pintura de historia, un género tradicionalmente vetado a las mujeres por los prejuicios que existían a que éstas estudiaran anatomía, problema que Kauffmann evitó instruyéndose a través de la escultura clásica en vez de con modelos naturales.

En 1766, Angelica aceptó la invitación de viajar a Inglaterra, separándose por primera vez de su padre. Londres era entonces el segundo gran centro, después de Roma, del Neoclasicismo, y allí se convirtió pronto en una pintora de gran reputación, siendo, en 1768, uno de los miembros fundadores de la Real Academia de Arte. Durante su estancia en Inglaterra trabajó principalmente como retratista, pero también realizó diseños decorativos para interiores de edificios neoclásicos, especialmente para las construcciones de Robert Adam.

A su regreso a Italia, en 1781, Kauffmann contrajo matrimonio con el pintor de decoraciones Antonio Zucchi. Durante los siguientes años su obra alcanzó su más alto grado de madurez; de este momento son: Virgilio leyendo la Eneida a Augusto y Octavia, de 1788, en San Petersburgo, en el Ermitage, y Hero y Leandro, en una colección privada alemana. A la vez que realizó encargos para las cortes más importantes de Europa, continuó mandando pinturas a Inglaterra. Durante los últimos años de su vida recibió numerosos honores, convirtiéndose en una de las artistas más célebres y afamadas del momento.

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