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Día / Noche

A Ámsterdam

Daniël Marot (I), Plaza Dam de Ámsterdam, 1686
Rijksmuseum

Hendrik Geun, Paisaje urbano, 1782
Rijksmuseum

Benjamin Brecknell Turner (atribuido a), Vista del Keizersgracht, 1857
Rijksmuseum

Vista del Rijksmuseum,
hacia 1900

Ámsterdam posee, como todas las ciudades del mundo, dos tipos de narrativas: la oficial y la oficiosa. La oficiosa es la que construyen los ciudadanos en su día a día. La historia oficial es aquella que se instala en nuestro imaginario como resultado de una construcción social pactada por un grupo de personas.

De este modo, la ciudad más conocida de Holanda suele presentarse al no nativo como una urbe abierta, cosmopolita, tolerante, como la ciudad de los canales, de los edificios alargados, de los ciclistas, de los museos, de los tulipanes o de los broodjes (panecillos) rellenos de queso.

Para comprender el origen de la narrativa y del imaginario en torno a Ámsterdam tenemos que viajar al siglo XVII, a su llamada Edad de Oro. En aquella época, la ciudad se convirtió en un gran centro de negocios –similar a lo que sería Londres en los siglos XVIII y XIX o Nueva York en el XX–. Los mercaderes holandeses establecieron lazos comerciales con el Lejano Oriente, su marina fundó nuevas comunidades, como la de Nueva Ámsterdam, en la isla de Manhattan y, en sentido inverso, numerosos extranjeros se establecieron en los Países Bajos. Fueron tiempos, además, de una gran brillantez cultural y científica y de cierta estabilidad política, que posibilitó el desarrollo de una ciudad única y orgullosa de sí misma que deseaba proyectar sus modos de vida al mundo.

A Ámsterdam

Claes Jansz. Visscher (II), Vista de Ámsterdam, 1611
Rijksmuseum

A Ámsterdam

La obra del museo El Nieuwezijds Voorburgwal con el mercado de flores de Ámsterdam (1686), del pintor Gerrit Adriaensz. Berckheyde, da testimonio de este periodo y de la narrativa oficial de la época al retratar el entorno urbano del edificio más emblemático e importante de su tiempo: su ayuntamiento (ahora Palacio Real).

El desarrollo de Ámsterdam ha sido complejo y desigual a lo largo de su historia. Fundada en el siglo XIII alrededor de un pequeño puerto pesquero, no sería hasta la primera mitad del XVII cuando su espacio urbano comenzó a expandirse de manera significativa con la construcción de nuevos canales, viviendas y edificios gubernamentales.

Es en estos momentos cuando la ciudad decide construir una nueva alcaldía digna de una metrópoli en crecimiento. El proyecto, encargado al famoso arquitecto y pintor Jacob van Campen, dio comienzo el 28 de octubre de 1648, año en el que se había puesto fin a las hostilidades entre España y las Provincias Unidas de los Países Bajos mediante el Tratado de Münster.

La propuesta arquitectónica de Campen, que algunos llegaron a considerar como la octava maravilla del mundo, destaca por sus imponentes fachadas de 79 metros de ancho y 55 metros de altura que buscaron proyectar la grandiosidad y el poder de esta ciudad.

Gerrit Adriaensz. Berckheyde
El Nieuwezijds Voorburgwal con el mercado de flores de Ámsterdam, 1686
Óleo sobre lienzo. 53,7 x 63,9 cm
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid

Vista del Ayuntamiento de Ámsterdam, 1710

Archivo de la ciudad de Ámsterdam

El Nieuwezijds Voorburgwal, 1775
Archivo de la ciudad de Ámsterdam

El Nieuwezijds Voorburgwal, 1867
Archivo de la ciudad de Ámsterdam

El Nieuwezijds Voorburgwal, 1880
Archivo de la ciudad de Ámsterdam

El Nieuwezijds Voorburgwal, 1950
Archivo de la ciudad de Ámsterdam

El Nieuwezijds Voorburgwal, 1957

Archivo de la ciudad de Ámsterdam

El Nieuwezijds Voorburgwal, 1970

Archivo de la ciudad de Ámsterdam

A Ámsterdam

Junto al imponente ayuntamiento, en la orilla derecha del canal representado por Berckheyde, encontramos también las típicas casas holandesas construidas en ladrillo. La extrema altura de estas viviendas se explica por la gran demanda de suelo en su centro urbano y por los altos impuestos que se pagaban por las mismas.

Las viviendas holandesas de esta época solían contar con un doble uso. La parte superior de las casas estaba dedicada al depósito de mercancías, y las plantas inferiores, a la residencia familiar propiamente dicha. De este modo el trabajo y la vida doméstica compartían espacio.

Aunque pueda pasar desapercibido Berckheyde recoge en esta obra un pequeño mercado de flores. Estamos al atardecer, y mientras la luz dorada cae sobre las casas, las sombras dan cobijo a los vendedores, que a esas horas desarrollan todavía su actividad comercial.

En el mercado se pueden ver diferentes grupos de personas que parecen comprar plantas. No sabemos si se venden tulipanes, pero cabe recordar que esta flor, procedente de la antigua Persia, determinó en el siglo XVII la economía de este rincón de Europa (los bulbos de tulipán habían llegado a ser moneda de cambio en los mercados financieros).

Vista del mercado de flores y del Palacio Real de Ámsterdam, 1824
Archivo de la ciudad de Ámsterdam

Postal del Nieuwezijds Voorburgwal, 1900
Archivo de la ciudad de Ámsterdam

Postal del Nieuwezijds Voorburgwal, 1900
Archivo de la ciudad de Ámsterdam

Postal del Nieuwezijds Voorburgwal, 1905
Archivo de la ciudad de Ámsterdam

Postal del Nieuwezijds Voorburgwal, 1910
Archivo de la ciudad de Ámsterdam

Postal del Nieuwezijds Voorburgwal, 1915
Archivo de la ciudad de Ámsterdam

Postal del Nieuwezijds Voorburgwal, 1920
Archivo de la ciudad de Ámsterdam

Asomarnos a la Ámsterdam del presente significa dejarse llevar por sus sonidos, por el bullicio de los habitantes en sus calles y plazas. Sentirnos atraídos por encontrar a gente y a cosas de las que no somos conscientes de su existencia. Abrirnos al encuentro social y a nuevas ideas. Dejarse llevar por Ámsterdam significa, a pesar de los cambios acaecidos con el paso del tiempo, acercarse al espíritu arquitectónico del Siglo de Oro holandés. Y es que Ámsterdam es una de las pocas ciudades europeas que ha conseguido hacer de su pasado la base para su futuro urbano.

Salvador Martín
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza