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A Arlés

«He visto un efecto magnífico y muy extraño, esta tarde –le escribía Vincent desde Arlés a su hermano Theo, en agosto de 1888–. Una barca muy grande cargada de carbón en el Ródano y amarrada al muelle. Vista desde lo alto, estaba toda luciente y húmeda por un chubasco; el agua era de un blanco amarillento y gris perla turbio; el cielo, lila y una faja anaranjada al poniente; la ciudad violeta. En la barca, pequeños obreros azules y blancos iban y venían llevando la carga a tierra». Vincent van Gogh

Postal de Arlés

Séraphin-Médéric Mieusement
Foro de Arlés

Estación de tren de Arlés

Abadía de Montmajour de Arlés

En 1888 Vicent van Gogh se traslada al sur de Francia en busca de la luz y la atmósfera meridional de Arlés. Atrás deja París, donde había evolucionado hacia el color influenciado por el impresionismo. Aunque viaja con el sueño de crear en torno a si una comunidad de artistas finalmente pasa la mayor parte del tiempo pintando solo, salvo la corta temporada que lo hizo junto a Paul Gauguin. Van Gogh siempre fue un pintor a la búsqueda de sí mismo, un alma errante guiada por las impresiones cromáticas y la emoción por ensalzar y hacer visible la dura existencia de lo cotidiano. Un artista que encontró su lugar y su motivo en las periferias de las ciudades que habitó.

La ciudad de Arlés estaba íntimamente ligada a la historia y los usos del río Ródano. El Ródano había sido la única vía fluvial que conectaba el Mediterráneo con el norte de Europa, siendo desde la Antigüedad el principal eje de circulación de personas, culturas y mercancías, así como un elemento estructurante de los territorios por los que fluye. Antes de que se desarrollaran las carreteras y ferrocarriles servía como ruta interior para conectar las ciudades de Arlés (que fue villa imperial), Aviñón (sede papal en la Edad Media), Valence, Vienne y Lyon con los puertos del Mediterráneo francés. A principios del siglo XIX, con la revolución industrial, el Ródano se convirtió en la arteria que unió las localidades industriales situadas en sus orillas. La creación de la línea de ferrocarril de Aviñón-Marsella acaba abruptamente con el auge económico de este puerto de río. Cuando Van Gogh pintó Los descargadores en Arlés, el puerto de la ciudad era ya solo el punto de llegada y de partida del servicio de distribución del carbón.

A Arlés

A través de esta obra, salimos de la centralidad de la ciudad y sus ritmos, nos detenemos en el afuera, en sus márgenes y caminos. En primer plano, tres personas descargan carbón a la orilla del río Ródano. Sus cuerpos oscuros se funden con la negrura del mineral y con el contraluz del atardecer. Una coreografía de la crudeza y el esfuerzo de la labor en una atmósfera silenciosa y de solemne cotidianidad que se enmarca por las últimas vibraciones de la luz sobre el río. Al fondo, la ciudad se muestra impasible, reducida a bloques pétreos y sin personalidad alguna. Con frecuencia, ocurre igual en nuestras ciudades, muchas actividades productivas y trabajos esenciales se llevan a cabo en las periferias, en las afueras urbanas.

Vicent van Gogh
Los descargadores en Arlés, 1888
Óleo sobre lienzo, 54 x 65 cm
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid

A Arlés

El interés por la representación de las clases trabajadoras que el artista recupera en esta etapa arlesiana nos recuerda a sus primeras obras holandesas. En estas obras Van Gogh retrataba a campesinos, recogedores de patatas, tejedores y mineros. En su serie dedicada a Los comedores de patatas, a la que pertenece esta litografía, pone en valor el trabajo manual y físico. Así lo cuenta en una de sus cartas, «He tratado de expresar la idea de que esta gente comiendo patatas a la luz de su lámpara había cavado la tierra con las mismas manos que ahora ponen en su plato y así aludir al trabajo manual y a la forma honesta de ganarse el pan».

Vicent van Gogh
Campesinos comiendo patatas, 1885
Litografía sobre papel Japón, 26,5 x 32,5 cm
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid

Vincent van Gogh, Carta a Émile Bernard, 1888

Vincent van Gogh, Puente Langlois cerca de Arles, 1888

Vincent van Gogh, Puente levadizo con dama con sombrilla, 1888

A Arlés

En Arlés, Van Gogh se interesa por la vida que acontece en los márgenes, en los espacios de tránsito entre lo que es y no es ciudad. El artista pone el ojo en el extrarradio, lejos de la ciudad monumental poblada por sus ruinas romanas o monumentos medievales. Pinta al aire libre y recorre a pie las orillas del Ródano y sus canales, en busca de pasos y puentes donde la vida lejos del centro urbano acontece. Sus bocetos y dibujos nos retratan esa periferia.

Uno de estos lugares que interesó al artista fue el entorno del puente Langlois. Este paso en uno de los canales navegables cercanos a la ciudad era una estructura levadiza cuyo nombre recordaba a una de las personas que lo guardaron durante años. Por aquel entonces era un espacio no solo de tránsito, sino también de encuentro. Van Gogh lo frecuentó y pintó mucho durante el verano de 1888. En sus orillas, por las mañanas, se reunían las lavanderas para lavar y secar la ropa y en las tardes, la gente paseaba. Podemos imaginar al artista ejecutando sus dibujos con caña y tinta o sus acuarelas en diferentes localizaciones y horas en torno al puente. En 1974, el escritor George Perec también observó de forma sistemática la Place St Sulpice de París durante tres días con el propósito de registrar y retratar «aquello que pasa cuando parece que no pasa nada».

En sus caminatas buscando la vida más allá de la centralidad de la urbe, Van Gogh pintó la zona pantanosa de Camarga, la fantasmal abadía de Montmajour elevada sobre la llanura de Crau, y las extensas llanuras que rodeaban Arlés, donde retrató los trabajos de la siembra y a los agricultores del trigo.

Vicent van Gogh
El puente Langlois en Arlés, 1888

Vincent van Gogh
Dibujo en carta a John Peter Russell, 1888

Vincent van Gogh
Vista de Arlés en una tarde de verano, 1888

Vincent van Gogh
Vista desde los campos de trigo, 1888

Vincent van Gogh
Huerto con Arlés de fondo, 1888

Vincent van Gogh
Una fábrica de tejas, 1888

Vincent van Gogh
La cosecha, 1888

En estos espacios periféricos, la ciudad se ve a lo lejos, sus códigos se diluyen y apenas se escuchan sus ecos. Las voces de los jornaleros, las lavanderas y los ritmos de la naturaleza se expresan de forma más intensa y las personas caminan lejos de los rígidos y meditados esquemas urbanos. Desde allí pintó también Van Gogh sus Noches estrelladas sobre el río Ródano. Observar estas obras con detenimiento nos hace pensar que solo desde estos espacios liminares seremos capaces de ver con más nitidez los astros.

Las afueras de Arlés pintadas por Van Gogh hoy ya no son afueras. El tiempo y las transformaciones urbanas las han convertido en ciudad, dando lugar a otros afueras. Conviene recordar en este sentido las palabras de George Perec en Especies de espacios cuando afirma que, lejos de lo que podríamos pensar «las afueras tienen una fuerte tendencia a dejar de ser afueras».

Ana Gómez / Mariola Campelo
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza