Romanelli gozó de gran éxito en vida, sin duda superior al que le correspondería a los méritos de un artista de categoría media. Discípulo de Pietro da Cortona en Roma, comenzó su carrera ejecutando, de manera independiente, los frescos de La adoración de los pastores y La Resurrección para la capilla del Palazzo Barberini. Se sigue mostrando en deuda con Cortona en sus siguientes obras (Descanso en la huida a Egipto, Viterbo, Museo Civico), aunque denotando cada vez más el influjo de la pintura clasicista (Vocación de san Mateo, 1637, Pisa, San Matteo), por entonces muy de moda, siguiendo las huellas de Andrea Sacchi, a principios de la década de 1640, cuando se ejecutaron los frescos del baptisterio Laterano, en los que también colaboró Giacinto Gimignani de Pistoia, artista afín a Romanelli, que por aquella época realizó igualmente los frescos de la sala de la condesa Matilde del Vaticano. En 1638, todavía muy joven, Romanelli fue elegido príncipe de la Accademia San Luca. Este éxito se debió sin duda a la protección de un mecenas tan importante como lo fue el cardenal Francesco Barberini y a la estima en que lo tenía Bernini. Entre las muchas obras que se le encargaron, cabe destacar especialmente el retablo con el tema de La presentación de María en el templo para un altar de San Pedro (1638-1642, en la actualidad en Santa Maria degli Angeli), suma de cortonismo y de clasicismo emiliano (Domenichino), fundidos en una especie de fórmula estereotipada de belleza ideal creada por Romanelli que constituye el elemento específico -aunque también el límite- del estilo del pintor. Gracias a Barberini, a Romanelli le encargaron un gran número de cartones para la fábrica de tapices fundada por el cardenal. En 1644, Romanelli pudo igualmente enviar un retablo con el tema de La Asunción de la Virgen para el altar mayor de la abadía suiza de Sankt Gallen. El punto culminante de la carrera de Romanelli se produce en 1646, cuando Barberini lo manda llamar a París, a donde se había trasladado tras la muerte de su tío el papa Urbano VIII. Fruto magnífico e inmediato (1646-1647) de esta primera estancia en Francia es la decoración de las bóvedas de la galería superior del palacio del cardenal Mazarino (en la actualidad en la Bibliothèque Nationale) con Escenas de las metamorfosis de Ovidio. La ya mencionada combinación de cortonismo y clasicismo propia de Romanelli tendrá gran influencia en la pintura francesa. Pero Roma, cuando regresó a la ciudad, no fue menos pródiga en encargos de prestigio. Así, por ejemplo, los frescos que pintó para los palacios Costaguti, Altemps y sobre todo Lante, además de la obra realizada para el ábside de la iglesia de San Marco. Entre 1654 y 1657 Giovanni Francesco se encuentra de nuevo en París, a instancias del propio Luis XIV, que le encarga la decoración de varias salas del Musée du Louvre (los apartamentos de verano de Ana de Austria, las bóvedas de varias salas, decoradas con Hechos de la historia de Roma, Alegorías e Historias del Antiguo Testamento). De nuevo en Italia, Romanelli pasa la mayor parte de sus últimos años en su ciudad natal (San Lorenzo, Duomo di Viterbo).

Roberto Contini

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