Cornelis Ketel fue un importante pintor del siglo XVI que se adscribe a la corriente estilística denominada Manierismo holandés. Sus mayores éxitos los cosecho en el género del retrato. Viajó a Francia e Inglaterra donde conoció a Federico Zuccaro, cuya influencia dejó una profunda huella en su obra posterior. Finalmente se asentó en Ámsterdam de manera definitiva. Su especialidad fueron los retratos de grupo, aunque también llevó a cabo obras alegóricas y escenas narrativas. Los protagonistas de esta pareja de tablas son un hombre y una mujer representados de medio cuerpo, sentados y con la cabeza girada ligeramente hacia el espectador, a quien miran con intensidad. Sus cuerpos ocupan prácticamente toda la superficie pictórica y se funden con el oscuro fondo, resaltando en ellos tan solo el rostro, sus golas y las manos en las que sostienen, un pañuelo la figura masculina y un libro la femenina. Ésta última se ha relacionado con un dibujo del Rijksprentenkabinet de Ámsterdam.

Entre los géneros que Cornelis Ketel cultivó a lo largo de su carrera, fue el retrato el que le hizo alcanzar sus más altos logros. Ketel consiguió actualizar la estética tradicional en este tipo de representaciones y con ello sentó la base para los grandes innovadores del siglo siguiente, como fueron Thomas Keyser y Frans Hals. Ketel se formó con un tío suyo y más tarde en Delft con Anthonie Blocklandt; viajó a Francia y luego a Inglaterra; entre ambas estancias permaneció en su ciudad natal un periodo de siete años. A su vuelta de Londres, en 1581, donde trabajó como retratista, se estableció en Amsterdam, momento al que pertenecen los dos retratos del Museo Thyssen-Bornemisza.

Los modelos de estas dos tablas independientes, cuya identidad desconocemos, pudieron ser los miembros de un matrimonio de la ciudad de Amsterdam. Ambas pinturas llevan la fecha de su ejecución, 1594, y los años de edad de los retratados, siendo las únicas referencias que el pintor facilitó de sus clientes. Estos dos retratos proceden de la colección Taco Mesdag van Calcar, de La Haya. En 1928 pertenecieron al marchante de Amsterdam Jacques Goudstikker, cuando participaron en su primera exposición, que se celebró precisamente en la capital holandesa en ese mismo año. Las pinturas fueron adquiridas poco después para la colección Thyssen-Bornemisza y figuran desde 1930 en sus publicaciones.

Ketel en estas tablas ha representado sobre fondos muy oscuros a su pareja de clientes, que nos presenta sentados y de medio cuerpo. Sus rostros, vueltos hacia fuera, dirigen miradas intensas al espectador y siguen un modelo desarrollado por el artista en los años noventa, cuando experimentó con los cuerpos y posturas de sus retratados, con los que llenó la superficie pictórica, aprovechando al máximo sus volúmenes para cubrir con ellos el fondo de sus composiciones. En estos años Ketel profundizó más en las figuras, que se hicieron más sólidas y realistas, y se alejó de los postulados manieristas de años anteriores. El artista en estas tablas presta particular atención a los rostros y a las manos, una de las cuales sostiene, en el caso del hombre, un pañuelo, y en el de la mujer, un pequeño libro, tal vez de oraciones, en el que uno de los dedos hace de marcapáginas para recordar el lugar donde la dama ha interrumpido su lectura. Ketel no sólo recoge en sus retratos la fisonomía de sus clientes, sino que también hace una lectura más profunda con la que transmite el carácter y la personalidad de sus modelos.

La figura femenina se ha relacionado con un dibujo suyo conservado en el Rijksprentenkabinet de Amsterdam, en el que aparece una mujer sentada y en el que se detalla con eficacia la postura y los plegados del traje. Se ha pensado que dibujos de este tipo pudieron servir para reducir el tiempo y el número de sesiones de sus clientes.

Mar Borobia

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