Gustave Moreau gozó de gran éxito en el Salón oficial de París, en el que presentó sus obras entre 1852 y 1880. Su formación académica se tradujo en la importancia del dibujo en sus creaciones, así como en sus características figuras de proporciones clásicas e ideales. En su obra predominan los temas mitológicos y cargados de misterio, propios del movimiento simbolista del que Moreau es considerado precursor.

Galatea, un personaje que Moreau recreó en distintas ocasiones, es la protagonista de esta obra pintada en los últimos años de la vida del artista. Su figura lánguida, recostada en primer plano, aparece rodeada de un paisaje rocoso, cubierto por una vegetación exuberante y exótica. Ésta se inspira en la flora marina por la que el pintor sentía gran interés. El cíclope Polifemo, que se mimetiza con el entorno oscuro y crepuscular, es presentado como un gigante encogido que observa a Galatea desde la distancia. La superficie brillante y la riqueza de texturas son fruto de su novedoso modo de aplicación de la pintura y la combinación de técnicas.

CM

A lo largo de su carrera artística, Gustave Moreau pintó varias versiones de Polifemo y Galatea, uno de los mitos preferidos por los simbolistas. La escena recrea el tema de la bella y la bestia, símbolo de la mujer como encarnación de la belleza inalcanzable para el hombre. La versión perteneciente al Museo Thyssen-Bornemisza se ha puesto en relación con un óleo presentado en el Salon de 1880, aunque la postura de la figura de Galatea es bien diferente y la fecha de ejecución más tardía. Moreau, que tuvo una clara preferencia por los temas mitológicos y por la recreación de atmósferas exóticas y excesivas, elabora aquí una abigarrada composición de la flora marina sobre la que destaca la figura desnuda de la nereida con su larga cabellera rubia, semidormida sobre un tapiz de algas, que Geneviève Lacambre ha puesto en relación con las últimas páginas de la novela La tentación de san Antonio de Gustave Flaubert, de la que Moreau poseía la edición de 1878.

La enorme y musculosa figura del cíclope Polifemo, que se confunde con las rocas de la gruta, sostiene en sus manos una flauta de Pan y un pellejo de carnero, los atributos propios del pastor Acis, a quien acaba de matar por celos. El monstruo, con su rostro de tres ojos, contempla a la joven con un gesto de profunda melancolía. La escena está también relacionada con el tema de El hada con grifones, que para Moreau encarnaba «la belleza suprema y real en esa gruta escarpada e inaccesible, vigilada por grifones que la mantienen a resguardo de los temibles ataques del pueblo».

En el catálogo de la colección de Carmen y David Lloyd Kreeger, a quienes perteneció la obra entre 1965 y 1977, Charles W. Millard comentaba que «la riqueza de color y gruesa textura típica de su pintura nos permiten entender por qué Huysmans le eligió a él por encima de cualquier otro artista para que fuera admirado por Des Esseintes en À Rebours», o lo que es lo mismo, que el decadentismo del duque Jean de Floressas encuentra su mejor correspondiente pictórico en la pintura de Gustave Moreau.

Paloma Alarcó

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