"No se puede pintar Nueva York como es, sino tal y como uno lo siente". Estas palabras de Georgia O'Keeffe reflejan la pasión de esta pintora norteamericana por la ciudad de los rascacielos, a la vez que resumen su idea de que el arte debía convertirse en un medio para manifestar sus emociones y su forma de entender el mundo. En Nueva York con luna, primera de sus numerosas vistas de la gran metrópoli, los altos edificios en sombra y la farola, cuyo halo tiene algo de sobrenatural, enmarcan un anochecer en el que, entre nubes de suaves contornos, se vislumbra la luna. Las simplificadas formas y el forzado punto de vista de la composición conectan esta obra con el precisionismo y la fotografía y se suman al personal simbolismo que caracteriza su estilo maduro.

Georgia O'Keeffe recordaba que Calle de Nueva York con luna, de 1925, fue el primer cuadro que pintó de la ciudad. Por aquel entonces vivía en dos habitaciones en el trigésimo piso del Hotel Shelton de Lexington Avenue. Según la propia artista: «Era la primera vez que vivía en un piso tan alto y me hizo tanta ilusión que empecé a decir que iba a intentar pintar Nueva York». Esta vista de la calle 47 por la noche fue el primer paisaje neoyorquino que pintó. La artista comentó: «Había una farola en primer término, algo elevada, más o menos a la altura del Hotel Chatham».

O'Keeffe tenía la esperanza de poder colgar Calle de Nueva York con luna en Seven Americans, la exposición que su marido, Alfred Stieglitz, organizó en 1925 en las Anderson Galleries. Sin embargo, Stieglitz le indicó que los rascacielos de Nueva York eran un tema difícil de pintar incluso para los hombres y no le permitió exponer este cuadro, eligiendo en su lugar óleos suyos con flores a escala ampliada, que consideraba más femeninos. Al año siguiente, en una exposición individual en The Intimate Gallery, O'Keeffe insistió en que Stieglitz colgara este cuadro, que se vendió el primer día por mil doscientos dólares. La artista estaba exultante: «A partir de entonces, me dejaron pintar Nueva York».

Los recortados perfiles de las escenas urbanas de O'Keeffe de la década de 1920 guardan semejanza con las obras de artistas de esa misma época pertenecientes al grupo de los «precisionistas», entre ellos Charles Demuth, Charles Sheeler, George Ault y Louis Lozowick. Este estilo también está relacionado con las producciones de algunos fotógrafos de aquella época, como el propio Stieglitz y otros miembros del círculo de amistades del matrimonio, por ejemplo Paul Strand. En aquellos años de optimismo, el rascacielos solía simbolizar la modernidad y el progreso.

En cierta ocasión, O'Keeffe reconoció: «No se puede pintar Nueva York tal como es, sino tal como uno lo siente». Sus representaciones de rascacielos, que transmiten una impresión de abarrotamiento, de falta de aire y de opresión, indican lo desplazada que allí se encontraba esta mujer, amante de la naturaleza, que nació y creció en el campo en el Medio Oeste norteamericano. O'Keeffe siempre se muestra fascinada por la luna y por el sol, como es lógico en una persona criada bajo los amplios cielos de las praderas de Wisconsin.

En Calle de Nueva York con luna el disco blanco de la luna es atravesado sensualmente por las nubes que pasan. El cielo todavía está azul pero los edificios, en sombra, son meras siluetas que se destacan sobre él. La farola del Hotel Chattam es una presencia casi sobrenatural, y su áurea recuerda un halo. Finalmente, el cielo rojo del crepúsculo en la parte inferior del lienzo, sobre el que despunta la aguja de la torre de una iglesia, crea un efecto surrealista, aunque es poco probable que O'Keeffe conociera en fecha tan temprana las obras de esta corriente que sus colegas contemporáneos estaban pintando en París. En 1926 el crítico Henry McBride dijo de ella que era «en ocasiones una mística», y observó: «En sus estudios de edificios rompe pasajes de literalidad con elementos que arrojan luces simbólicas sobre la composición».

O'Keeffe siguió explorando el tema en posteriores paisajes urbanos, tales como Hotel Shelton, Nueva York n.º 1, 1926; Noche en la ciudad, 1926; El Hotel Shelton bajo el sol, 1926; El edificio Radiator de noche, Nueva York, 1927; y Noche en Nueva York, 1929. Se diría que para Nueva York prefería el misterio de las escenas nocturnas a la escrutadora luz bajo la que le gustaba pintar sus flores y los temas de arquitectura rural. A partir de 1929, después de que O'Keeffe demostrara que no hacía falta ser hombre para representar eficazmente las estructuras urbanas, pasó a interesarse por otros temas.

Gail Levin
 

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