Balthus es uno de esos pintores que hacen excepción. Se aisló intencionadamente de todas las corrientes artísticas que se sucedieron a su alrededor con el propósito, como el artista confesó en alguna ocasión, de hacer un realismo fuera del tiempo. Su pintura no se contagió de la vuelta generalizada al realismo, pues desde un primer momento se sirvió del arte y la técnica de los maestros antiguos para representar su peculiar universo. Sus característicos interiores burgueses, aparentemente inofensivos, son los escenarios elegidos por Balthus para representar un mundo de contenidos ambiguos, poblado de jóvenes adolescentes en la flor de su pubertad, en el que, los adultos no osan entrar.
La partida de naipes, del Museo Thyssen-Bornemisza, es un lienzo de gran formato pintado entre los años 1948 y 1950, cuando, una vez terminada la guerra, Balthus regresó a la pintura con una fuerza renovada. Representa a dos jóvenes, un niño y una niña, jugando a las cartas en una mesa sobre la que se ha dispuesto un candelabro, situada en una habitación sencilla y despejada. Por su austeridad y monumentalidad, por su geometría y colorido, es un cuadro que evidencia la admiración de Balthus por la obra de Piero della Francesca. En la escena representada, la fuente de luz que entra por la derecha de la habitación ilumina fríamente diversos objetos y contribuye al misterio del cuadro.
En la pintura de Balthus las niñas son las reinas y, por tanto, siempre son las ganadoras. Los chicos normalmente desempeñan un papel más secundario en la escena, como compañeros impasibles o rivales perdedores en los juegos. A pesar de que aquí el joven está dispuesto a hacer trampas para imponerse, la sonrisa velada de la jovencita nos evidencia que prevalecerá una vez más esa constante de los mundos balthusianos y ella finalmente será la triunfadora. La postura descoyuntada del joven, que combina simultáneamente una visión frontal y de perfil, ya había sido utilizada por Balthus en las ilustraciones de Cumbres borrascosas. En el oscuro mundo de la infancia de los protagonistas de la obra de Emily Brontë, sobre la que el artista hizo una amplia serie de dibujos en 1933, publicados en 1935 en Minotaure, la revista de los surrealistas, está el origen de una gran parte de la obra madura de Balthus.
Además, el tema de la trampa y el juego implícito en esta escena, al que Balthus añade una nueva carga simbólica, se podría poner en relación con la tradición caravaggista. La partida de naipes ha sido comparada por Francisco Calvo Serraller con una obra de Valentin de Boulogne, hoy en Dresde, inspirada a su vez en una obra desaparecida de Caravaggio, en la que un truhán esconde la mano con una carta robada en su espalda. Como analiza John Russell en el catálogo de la exposición de la Tate Gallery de Londres de 1968, en la que se incluyó esta pintura, las cartas tienen un papel fundamental en la obra de Balthus, «quizás a causa de su función adivinadora y por las actitudes formalizadas de hostilidad que permiten». Tanto es así que su influencia se siente incluso cuando las cartas no se ven.
Paloma Alarcó
Estudio técnico
Estudio técnico de La partida de naipes, 1948- 1950 de Balthus
Con la metodología empleada se ha evidenciado que debajo de la composición actual existe una pintura previa, relacionada con el Estudio para la partida de naipes, de 1947. Los materiales y procedimientos hallados revelan que Balthus empleó diversos recursos pictóricos para cubrir la pintura subyacente y llegar al resultado actual.