Gian Lorenzo Bernini está considerado el artista del Barroco italiano más importante, un hombre polifacético que abordó con gran éxito distintas disciplinas como la arquitectura, la escultura, la pintura y la escenografía. Dos de sus primeros biógrafos, Filippo Baldinucci (1624-1697) y su hijo Domenico Bernini (1657-1723), destacaron de él dos cualidades sobresalientes: su gran imaginación y que fue un trabajador infatigable. Gian Lorenzo nació en Nápoles el 7 de diciembre de 1598. Era hijo del escultor florentino Pietro Bernini (1562-1629), artista del manierismo tardío en cuyo taller realizó su formación y quien le introdujo en los círculos de las poderosas familias romanas como los Borghese o los Barberini. En 1605 la familia Bernini se trasladó de Nápoles a Roma, ciudad donde Gian Lorenzo desarrolló su carrera artística y de la que se ausentó breves periodos de tiempo, a excepción de una estancia en París, en 1665, donde fue requerido por el monarca Luis XIV para trabajar en el proyecto de construcción del Palacio del Louvre.

Para el cardenal Scipione Borghese (1577-1633) realizó un destacado conjunto de piezas escultóricas cuyo diseño, concepción y virtuosismo técnico supusieron una auténtica revolución en el campo de la escultura. Algunas de ellas son: Eneas, Anquises y Ascanio (1618-1619), el Rapto de Proserpina (1621-1622), David (1623-1624) y el espectacular conjunto de Apolo y Dafne (1622-1625), todas ellas en la colección de la Galleria Borghese. El papa Urbano VIII (1623-1644) le nombró arquitecto de San Pedro, convirtiéndose así en el artista más importante de Roma, y durante su pontificado se realizó el baldaquino del altar principal (1624-1635) y la gran escultura del crucero de San Longinos (1629-1638). Con Inocencio X (1644-1655) diseñó la fuente más famosa de Roma, la de los Cuatro ríos (1647-1651) en la Piazza Navona. En esos años Bernini trabajó también para clientes particulares y realizó otra de sus obras maestras: la capilla Cornaro en Santa Maria della Vittoria (1647-1653), donde destaca el grupo del Éxtasis de santa Teresa. El tercer papa con el que colaboró el artista fue Alejandro VII (1655-1667), bajo cuyo mandato realizó la decoración de la Cátedra de san Pedro (1657-1666) y la gran columnata exterior (1656-1667) que recibe al visitante. Entre sus obras arquitectónicas destaca el Palacio Chigi-Odescalchi, iniciado en 1664, y la iglesia de Sant’Andrea al Quirinale (1658-1676), el primero de los cuales tuvo gran proyección y sirvió de modelo fuera de Italia. De su faceta de escultor también hay que destacar sus retratos de busto, entre los que ocupan un lugar especial el de su esposa Costanza Bonarelli (1636-1637) y el de Luis XIV de Francia (1665). Como pintor, Bernini nos dejó también importantes autorretratos, retratos de jóvenes y pintura religiosa, además de dibujos y caricaturas.

Bernini falleció en Roma en 1680. Su fama y el aprecio por su obra declinaron con el gusto neoclásico, pero a lo largo del siglo XX fue recuperando su prestigio para finalmente ser reconocido como una de las figuras que más contribuyó a la construcción de la imagen de la ciudad de Roma.

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