Formado con Francesco Solimena (muerto en 1747) durante la ultima etapa del pintor, este excelente artista se caracteriza por una pincelada larga, impetuosa, a veces dramática, a la hora de recortar sobre profundos fondos la carnación naturalista de sus heroínas y el fasto cromático de los ropajes que las engalanan (Lucrecia, Nápoles, Colección Salina), en la línea de un revival barroco, según la versión naturalista de Mattia Preti. A veces las notas de experta verosimilitud representativa, frente a las composiciones más estereotipadas destinadas a los clientes eclesiásticos, sitúan a Cestaro casi al mismo nivel que Traversi, con su poder de evocación, como lo ponen de manifiesto la otra Cleopatra, del Museo de Capodimonte, y los magistrales retratos, que antiguamente estuvieron en las Gallerie Salomon Agustoni Algranti de Milán, que representan respectivamente a Víctor Amadeo III de Saboya con armadura y a María Antonieta de Borbón, reina de España. Obras maestras de un realismo austero, casi hosco, anegadas en un amplio contexto de accesorios (telas, cortinajes), claristas, a mitad de camino entre el estilo de Solimena y el depuradísimo de De Mura. Si por un lado se advierte claramente su relación con Domenico Mondo, otro seguidor de Solimena con el que comparte la brillantez neobarroca de la composición y el marcado pictoricismo, Cestaro alcanza una recuperación naturalista que constituye la mejor parte de su legado figurativo gracias al ejemplo que le brinda Giuseppe Bonito entre las décadas cuarta y quinta del siglo.

La biografía de Cestaro, artista difícil por estar escasísimamente documentado -al menos con respecto a las obras que han llegado hasta nuestros días- puede reconstruirse principalmente a partir de 1757, cuando el pintor ya ha cumplido los cuarenta años. Entre este año y 1759 ejecutará obras sobre lienzo (El martirio de Santiago, San Felipe destruye el ídolo con la palabra, para el presbiterio), y al fresco (los Cuatro evangelistas de las trompas de la cúpula; la Asunción de la Virgen, en la bóveda) para la iglesia napolitana de Santi Filippo e Giacomo. De 1761 es el fresco con la Gloria de la Virgen de la iglesia dell'Assunta de Bagnoli Irpino, localidad natal del pintor, y de 1764 los óleos (Anunciación y Virgen del Rosario y santos) para la iglesia dell'Annunziata de Angri.

En 1770 Cestaro trabaja en los frescos (paredes, dos lunetos y bóveda) de la capilla Berio in San Giorgio dei Genovesi de Nápoles, compaginando esta labor con otras intervenciones en la Villa Campolieto de Ercolano.

Paralelamente, Cestaro mantuvo prolongada relación con la Accademia del Disegno Napoletana, donde enseñó siendo directores de la misma De Mura y Bonito, y en la que aspiró en vano a conseguir el cargo de director adjunto. En 1772 Luigi Vanvitelli incluyó a Cestaro entre los diecinueve pintores aptos para la enseñanza, en reconocimiento a su proyecto de reforma de la propia Accademia. La estima por esta notable figura de la pintura alcanzó tal cota que el propio Vanvitelli -que lo definió como «muy experto en la pintura al fresco»- quiso incluirlo entre los más eminentes artistas del reino, con vistas a la decoración de la Reggia de Caserta.

Roberto Contini

Obras