Rubens nació en Siegen, Westfalia, en 1577, en el seno de una familia acomodada. Tras la muerte de su progenitor, en 1587, regresó a Amberes donde sus padres se habían establecido antes de su traslado a Alemania. Empezó su aprendizaje en el taller de Tobias Verhaecht y Adam van Noort, continuando su formación, hasta los veinte años, con Otto van Veen. En 1589 Rubens ingresó en el gremio de San Lucas de Amberes como maestro independiente. En 1600 está documentado en Italia al servicio del duque de Mantua. Durante esa estancia visitó Roma, así como numerosas ciudades del Norte de la península, estudiando la obra de los grandes maestros italianos del siglo XVI. En 1603, en una misión encomendada por el duque, estuvo en España, y a su vuelta a Mantua, al año siguiente, fue nombrado pintor de cámara  de Vicenzo Gonzaga. En 1608 se estableció en Amberes y en 1609 entró al servicio de los archiduques Alberto e Isabel. Entre las obras que realizó en la década de 1610 se encuentran el Autorretrato con su mujer Isabel Brandt,  en la AltePinakothek de Múnich y los trípticos El alzamiento de la Cruz y El Descendimiento, ambos en la catedral de Amberes, conjuntos los dos que cimentaron aún más su fama. En 1620 se data una de sus obras maestras, La Lanzada, realizada para la nueva iglesia de los Jesuitas en Amberes. Dos años más tarde María de Médicis le encargó, para el Palais de Luxembourg, una serie cuyo tema consistía en ilustrar distintos episodios de su vida.  En 1628 viajó de nuevo a España en misión diplomática y al año siguiente a Inglaterra, donde fue recibido, al igual que en España, con toda clase de honores. En 1638 realizó para Felipe IV la decoración de la Torre de la Parada  con escenas de las Metamorfosis de Ovidio. De esta década son también El jardín del amor, del Museo del Prado de Madrid, y el Tríptico con san Ildefonso, del Kunsthistorisches Museum de Viena. 

Rubens colaboró a lo largo de su trayectoria con varios artistas, entre los que se encuentran Jan Brueghel y Frans Snyders, y por su prolífico taller pasó un elevado número de asistentes y alumnos, destacando entre ellos Van Dyck. En los últimos años de su carrera cultivó el paisaje. Su influencia sobre el panorama artístico del XVII fue enorme tanto en Flandes como en el resto de Europa, a lo que sin duda, además de su fama,  contribuyeron también los grabados que encargó de sus pinturas.

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