Albert Henrich desarrolló su actividad artística dentro de las corrientes realistas que circulaban por la Alemania de los años veinte y treinta del siglo XX y su pintura se enmarca dentro de la llamada Neue Sachlichkeit (nueva objetividad). En su obra predominan los paisajes y los retratos, géneros cultivados por los pintores holandeses del XVII, de los que también adoptó su gran interés por la perfección técnica.

Nació en Düsseldorf, donde vivió la mayor parte de su vida y representó un importante papel dentro de su ambiente artístico. Se formó en la Kunstakademie de la ciudad con los maestros Seller, Manchen, Spatz y Ederer. Al estallar la Primera Guerra Mundial fue movilizado por el ejército.

Su reputación ya era reconocida en 1931 cuando recibió el premio Albrecht Dürer de la ciudad de Núremberg, y se consolidaría durante los años siguientes en los que expondría, entre otros, en la Haus der Kunst de Múnich y en la Grosse Kunstausstellung celebrada en Düsseldorf en 1937. En 1942 recibiría el premio Cornelius. Su reconocimiento no se vio ensombrecido con la llegada del poder nacionalsocialista a Alemania y una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial se convirtió en una importante figura en la reconstrucción cultural de la ciudad. En 1949 fundó el Düsseldorfer Künstlergruppe, del que sería su primer presidente.

Al final de su vida realizó un gran número de viajes. Sus destinos predilectos fueron el norte de África, Italia, España, Grecia y el sur de Francia, destino este último que ya había visitado durante 1927 y que tuvo como resultado una serie de paisajes mediterráneos.

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