Nicolas Lancret comenzó su aprendizaje en el arte del grabado. Poco después pasó a formarse con el modesto pintor de historia Pierre Dulin y, en 1708 está registrado como estudiante en la Academie Royale de Peinture et Sculpture, en París. Se desconoce, sin embargo, la fecha de su entrada en el taller de Claude Gillot, quien también fue el maestro de Watteau. Es en esta etapa de su carrera cuando Lancret cambió la pintura de historia por la representación de fiestas galantes. Aunque nunca estudió directamente con él, Watteau fue siempre su modelo a seguir, especialmente durante sus inicios. En 1719 fue admitido por la Académie Royale en la categoría creada unos años antes precisamente para Watteau. Poco a poco el estilo de Lancret fue adquiriendo independencia, especialmente en el campo del color, donde sus tonos se volvieron más vivos, convirtiendo llamativas combinaciones de amarillos pastel e intensos rojos amapola en su sello personal. Lancret, además, exploró nuevos temas, como los ciclos alegóricos o los retratos representados como escenas de género. Su obra fue una referencia importante para artistas como François Boucher, William Hogarth y Thomas Gainsborough.

En la década de 1720, tras la muerte de Gillot y Watteau, Lancret se convirtió en el pintor del género más importante de Francia. Fue un pintor muy productivo, su corpus se estima en torno a unas setecientas obras. Su patrono más importante fue, sin duda, el rey Luis XV, quien le encargó a lo largo de su carrera un buen número de cuadros para sus residencias. Otro gran admirador de su trabajo fue Federico el Grande, quien poseía en su colección al menos veintiséis piezas de la mano del artista. Sus pinturas fueron ampliamente difundidas gracias a las reproducciones que se hicieron de ellas, y que gozaron de gran éxito comercial. Lancret fue también coleccionista, recopilando a lo largo de su vida una interesante colección de dibujos y grabados de pintores antiguos y contemporáneos.

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