Rogier van der Weyden es, junto con Van Eyck, la personalidad más importante de la primera mitad del siglo XV en los Países Bajos. Su carrera se ha reconstruido a través de similitudes estilísticas entre un conjunto de obras, basadas en documentos, que proporcionan noticias fiables sobre la ejecución de sus pinturas ya que Rogier van der Weyden no firmó nunca ninguna de ellas. Formado con Robert Campin a una edad avanzada, está documentado en su taller en 1427, consiguiendo, en 1432, el grado de maestro. En 1435 se estableció en Bruselas, donde fue nombrado pintor oficial de la ciudad y realizó uno de sus primeros encargos conocidos: cuatro tablas con las Justicias de Trajano y Herkinbald, destruidas, que decoraban emblemáticamente una sala del Ayuntamiento. El único viaje del artista con referencias según fuentes literarias, fue a Roma, en 1450, adonde acudió como peregrino con motivo del Año Santo. Los sentimientos humanos como el dolor, la emoción o la tristeza y las expresiones patéticas de sus figuras serán, junto a una impecable técnica, su gran aportación al arte flamenco del siglo XV. Artista afamado en vida, su obra tuvo una gran difusión a lo que contribuyó un taller importante que realizaba versiones de sus obras. Entre sus tablas más espectaculares se encuentran: El Descendimiento, del Museo del Prado, Madrid, donde el artista utilizó el oro para el fondo; el Tríptico de Miraflores, en la Gemäldegalerie de Berlín; el Tríptico Columba, de la Alte Pinakothek en Múnich y La Crucifixión del Monasterio de El Escorial. De su faceta como retratista nos dejó excelentes cabezas, como la femenina que se guarda en la National Gallery de Washington.

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