Este retrato forma pareja con el Retrato de una mujer a pesar de la diferencia de medidas debida a un recorte del perímetro de la imagen femenina. En ambas pinturas la posición de los protagonistas sigue el modelo establecido en los Países Bajos, en los que el hombre ocupa el lado izquierdo y la mujer el derecho. Sus bustos llenan toda la extensión de la tabla, a lo que contribuyen sus vestimentas que casi no se diferencian del fondo. El artista resalta en cambio los rostros, los ribetes de piel de las ropas y las manos en las que sostienen rosarios y flores; en el caso del esposo se ha identificado con una clavelina, que en el mundo flamenco se asocia a la fidelidad. Se han encontrado similitudes entre el retrato femenino del museo y otros dos, uno en la National Gallery de Londres, asociado a un maestro suabo de la década de 1460, y otro en la colección Kisters atribuido a Ludwig y Martin Schongauer.

 

Este retrato y el de su pareja Retrato de una mujer, tienen procedencias y fechas de entrada en la colección Thyssen-Bornemisza distintas, constituyen una pareja. El retrato femenino ingresó en 1928 y participó en la exposición de Múnich de 1930. Fue adquirido a la galería Hackenbroch de Frankfurt, y estuvo registrado, con anterioridad, en el mercado de arte de Amsterdam y en una colección privada berlinesa. Por lo que respecta al retrato del hombre, procede de la galería Fleischmann de Múnich y entró en la Colección en 1933. Antes de pasar por esta galería, fue subastado en dos ocasiones: una en Colonia en 1930 y otra en Múnich en 1933. Su origen más antiguo le vincula a la colección de Marczell von Nemes, con sede en Múnich. En cuanto a la diferencia de tamaño que se observa entre ambas tablas, se debe a una intervención en el soporte de la mujer cuyo perímetro se recortó unos centímetros.

El retrato femenino ha estado vinculado a maestros anónimos de Estiria o de Suabia, y desde el catálogo de 1937, momento en que ambas tablas empiezan a publicarse juntas dentro de la colección Thyssen- Bornemisza, a la zona suaba. Sin embargo, en 1969, Christian Salm los atribuyó a un maestro anónimo en Ulm y los fechó hacia 1470-1480; Isolde Lübbeke, por su parte, también terminó por situarlos en Suabia o en el Alto Rin.

Estas dos imágenes, que corresponden a las de un matrimonio, mantienen una correlación estilística a pesar de que en la tabla del esposo detectamos una suavidad menor en la construcción de sus rasgos, cuya causa ha podido ser alguna antigua intervención donde se perdieron veladuras. La forma en que el artista ha captado esta pareja, así como su puesta en escena, nos remiten a modelos surgidos en los Países Bajos y que este pintor anónimo sin duda conoció. De busto sobre fondos oscuros, el hombre ocupa el tradicional puesto a la izquierda y la mujer a la derecha. Sus cuerpos llenan casi la anchura del soporte, a lo que contribuyen sus ropas, que se distinguen con dificultad del fondo. El artista ha cortado las manos con el borde inferior de las tablas y, por la postura y posición que adoptan, parece que existió la intención de que éstas jugaran con sus marcos originales para acentuar con ello la profundidad. Este piadoso matrimonio sostiene entre sus dedos, que se adornan con sortijas, rosarios con cuentas de distinto diámetro. También muestran primorosas flores; la esposa señala con el dedo índice de su mano izquierda un ramillete y el cónyuge, en su caso, aprieta con delicadeza una clavelina. Esta flor representada en idénticas ocasiones en el mundo flamenco está vinculada a la fidelidad. Otras similitudes entre los dos personajes se extienden al color de las ropas y al empleo de finas tiras de piel para rematar los bordes de las mismas.

El retrato femenino se ha comparado con otros dos más. El primero, de un maestro suabo fechado en la década de 1460, en la National Gallery de Londres, con el que se han visto paralelismos generales de estilo y de indumentaria. El segundo, en la colección Kisters, y que ha estado atribuido a Ludwig y Martin Schongauer.

Mar Borobia

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