Famosísimo en su época, como queda de manifiesto a través de la biografía que Nicola Pio dedicó al pintor en 1724, Locatelli, aunque se hizo célebre principalmente con sus paisajes de la campiña romana, impecables si bien algo artificiales, se formó en realidad como pintor de marinas con artistas de segunda fila de escaso renombre, y como especialista en figura con el pintor de Lucca Biagio Puccini.

Por supuesto resulta fundamental su referencia a la tradición paisajista romana del siglo anterior, en relación tanto con las vistas de ruinas de Rosa y de Ghisolfi (anticipándose de este modo ligeramente a Pannini), como con su principal especialidad, la representación idealizada de la campiña del Lacio. Esta corriente fue alimentada especialmente por los clasicistas de la Emilia y los nórdicos del estilo de Dughet y Lorena, de los cuales el primero anuncia el interés por el protagonismo arbóreo que precisamente exaltará Locatelli.

Al contar con clientes de la categoría de los Ruspoli y de los Ottoboni, Locatelli, ya en 1715, aparece documentado y activo como pintor de figuras, con unos gouache de tema marino para la planta baja del palacio Ruspoli. A continuación ejecutará marinas (destruidas) para los apartamentos del cardenal Ottoboni en el Palazzo della Cancelleria. Entre los escasísimos hitos cronológicos que nos permiten ordenar su obra en el tiempo (1721: Paisaje con figuras junto a un arroyo, en paradero desconocido; 1725: Paisaje con lavanderas, Viterbo, conde Savini; 1731: Paisaje con Rebeca y Eliezer, Ginebra, Musée d'Art et d'Histoire), destacan los fantásticos encargos que le consigue Juvarra, de vistas del castillo de Rívoli, todavía sin documentar (1723-1725, actualmente en Turín, Castello di Racconigi) y de dos sobrepuertas (1735) que Felipe V requirió para el salón chino del palacio de La Granja de San Ildefonso en Segovia. De 1736 data un Paisaje con rebaños y pastores, en paradero desconocido (copia de escasa calidad de una composición perteneciente a una colección particular boloñesa); dos años más tarde Locatelli adornó con cuatro paisajes dos puertas del palacio Corsini. De 1741, año de su muerte, encontrándose ya enfermo y en la miseria, data por último el «díptico» de la Narodní Galerie de Praga (Campesinos ante una posada; Campesinos junto al Arco de Tito).
Absolutamente excepcionales en el contexto de su carrera como pintor de paisajes idealizados (en un inventario de 1783 del palacio Colonna se citan ochenta obras; más de veinte fueron propiedad de los Barberini), son las escasísimas vistas topográficas de Roma (especialidad, en cambio, de Pannini), entre las cuales (todas ellas sobre plancha de cobre) cabe citar la Piazza Navona de la Gemäldegalerie der Akademie der Bildenden Künste de Viena, fechada en 1733.
Sigue teniendo difícil solución el problema de la intervención (identificada por los críticos: Batoni, Subleyras...) en sus obras de especialistas en figura, máxime si es cierto que el propio Locatelli lo era, como por otra parte ponen de manifiesto las obras costumbristas al estilo de Bamboccio que ejecuta en la última fase de su actividad.

Roberto Contini

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