El pintor francés Georges Braque ha escrito, junto con Picasso, uno de los capítulos más significativos de la historia del arte moderno: la invención del cubismo.

En sus comienzos, siguiendo la tradición familiar, aprendió el oficio de pintor-decorador de paredes en El Havre. En 1900 se trasladó desde Normandía a París, donde estudió por un tiempo en la Académie Humbert, a la que también asistían Francis Picabia y Marie Laurencin, y se inició artísticamente en la pintura de paisaje. En la capital francesa tuvo la oportunidad de conocer la obra de André Derain y Henri Matisse en el Salon d’Automne de 1905. Pasó el verano de 1906 en Amberes, con Othon Friesz, y en el otoño de ese mismo año encaminó sus pasos a L’Estaque, en busca de las huellas de Cézanne. Allí, su paleta se fue haciendo más brillante contagiado por los jóvenes fauves, con quienes expuso en el Salon des Indépendants de 1907. Ese mismo año conoció al marchante Daniel-Henry Kahnweiler y, a través de Guillaume Apollinaire, a Pablo Picasso. La contemplación de Les Demoiselles d’Avignon, cambió el rumbo de su pintura. Desde ese momento hasta 1914, Picasso y Braque trabajaron en estrecha colaboración y sentaron las bases del nuevo lenguaje cubista.

Hacia 1912, para intentar evitar la pérdida de contacto con el mundo visible en que había derivado el cubismo, Braque comenzó a pintar algunas zonas en trompe l’oeil imitando el mármol o la madera y rescatando el oficio de pintor-decorador que había aprendido de su padre. Más tarde, dio un paso más al pegar en sus composiciones etiquetas, pedazos de papel pintado o recortes de periódico reales. Estos papiers collés se convirtieron en otra de las revolucionarias novedades introducidas por Braque y Picasso en el arte moderno.

Movilizado durante la guerra le hirieron en la cabeza, igual que a Apollinaire, aunque sin las trágicas consecuencias que tuvo en el caso de su amigo. Hasta la década de 1940 se mantuvo fiel a la estética cubista, aunque mucho más suavizada tanto en sus formas como en su colorido.

En sus cuadros de los Ateliers, que centraron su producción pictórica del final de su vida, hizo una recapitulación de sus temas preferidos. Con ellos Braque alcanzó uno de los puntos álgidos de su carrera.

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