La Virgen de la Humildad
Guido di Piero da Mugello, conocido como fray Giovanni da Fiesole o, más popularmente, como Fra Angelico, tomó los hábitos de la orden dominica entre 1418 y 1421. La figura de este monje pintor, conocedor y partícipe en los adelantos del arte florentino, fue recogida por Vasari en sus Vidas, donde dedica elocuentes palabras tanto a su obra como a su persona, subrayando la religiosidad de la que el artista siempre dotó a sus pinturas. Así, comenta que «tuvo continuamente su cuerpo atareado en la pintura y nunca quiso hacer otra cosa que santos», que «su arte requería calma y vivir sin preocupaciones», que «sus obras siempre fueron consideradas tan bellas como bien hechas» y que en ellas «se percibe devoción y habilidad natural, y, en efecto, nadie ha pintado santos con tal aspecto de bondad como él». Vasari también anota otros aspectos llamativos de sus figuras, como la utilización de azules ultramarinos «sorprendentes» en las telas, y llama la atención sobre la hermosura y sencillez de sus vírgenes y santos, creados para la devoción de todos aquellos que los contemplan. Según éste, pues, para Fra Angelico la pintura habría sido una manera de orar, y es en ese contexto en el que hay que enmarcar sus temas, pensados y meditados para su propia devoción y para la de los demás. Con estas virtudes, la interpretación que hace el pintor de algunos episodios religiosos, como es la representación de la Virgen con el Niño, le sitúan en una posición excepcional para conducirnos sin interferencias al recogimiento y al fervor.
Vasari es también la fuente de una noticia en relación con la procedencia de este temple, incluido con reservas en su historial; nuestra tabla ha sido identificada por algunos historiadores con una de las tres pinturas mencionadas por este autor, en la edición de 1568 de su obra, en la colección florentina del Palazzo Gondi. Esta hipótesis no ha sido unánimemente aceptada debido, en parte, a la poca precisión de su descripción.
Fra Angelico concibe esta Virgen con el Niño con una frontalidad cuyas raíces hay que situar en el Trecento. Sin embargo, la monumentalidad de ambas figuras y la forma en la que es aplicado el color, modulando y graduando la luz, colocan de lleno este temple en las fórmulas del Quattrocento. El paño de honor, sostenido por tres ángeles, en el que se combina elegantemente el oro, el negro y los toques encarnados, fue un recurso que Fra Angelico utilizó, con variaciones, a lo largo de su carrera y con el que potencia, a través de los pliegues de sus bordes, la profundidad de la pintura.
Miklós Boskovits, al establecer la cronología de la obra que fijó hacia 1433-1435, realizó un estudio comparativo con el Tabernáculo de los lineros, fechado en 1433, en el Museo di San Marco de Florencia; con La Coronación de la Virgen, en el Musée du Louvre de París, y con La Lamentación, también en San Marco, Florencia, subrayando los paralelismos existentes entre varias de sus figuras y nuestra tabla.Estudios posteriores de Laurence Kanter de 2005 y de Carl Brandon Strehlke de 2019, han establecido para su ejecución mediados de la década de los años veinte, hacia 1425. Esta datación encajaría mejor con la tipología de la letra empleada en el halo del Niño y de María, así como en el ribete del manto de la Virgen. Esta fecha de realización estaría muy próxima a la de la Virgen de la granada, hacia 1426, del Museo del Prado.
La Virgen de la Humildad, cuya iconografía se fijó en el Trecento, es una variante del modelo de Virgen lactante. Las órdenes mendicantes, en especial la dominica, desempeñaron un papel importante en su difusión; su imagen se asoció con lo divino, y santo Tomás, además, argumentó en su vertiente teórica y simbólica. En esta composición, Fra Angelico hace referencia a través de las flores a la naturaleza pura de María, que queda subrayada con la azucena que Jesús sostiene en su mano y que ofrece a su madre. El mensaje se vuelve a repetir en el florero que sujeta la Virgen y que sirve de contrapunto a la composición. En la boca del recipiente se distinguen además el tallo alto de otra azucena y tres rosas que nos recuerdan la rosa sin espinas con que se ha asociado a la Virgen. La mezcla de sus colores, salmón y blanco, también puede ser alusiva a la Pasión que tendrá que sufrir el Niño. Este tema, que Fra Angelico trató con deleite en numerosas escenas, desprende una ternura especial que emana de la comunicación que hay entre la madre y el hijo. Los ángeles sentados, que coloca en la parte baja, a menor escala, cierran una pintura de agradable colorido hecha para la oración.
Mar Borobia