Madre e hija en la playa
A medida que avanzaba el siglo XIX, tanto los aristócratas como los burgueses fueron descubriendo los placeres de las vacaciones junto al mar. Se encomiaban las saludables virtudes de los baños de mar y la gente tomó la costumbre de acudir a la playa en grupos y vestida, y de sentarse, por supuesto a la sombra de los parasoles, como puede apreciarse en muchos cuadros de Boudin, especialmente los de Trouville de la década de 1860. Muchos artistas acometieron este nuevo tema. También Monet pintó en 1870 veraneantes disfrutando sus vacaciones en la playa de Trouville (Londres, National Gallery). Manet representó a su hermano y a su cuñada en la playa de Berck en 1873 (París, Musée d'Orsay), en tanto que Degas pintó un cuadro en el que se ve a una doncella peinando a una niña, y alrededor de ellas a bañistas y gente de vacaciones; a lo lejos aparecen unos barcos (Londres, National Gallery).
Todos ellos eran artistas de la modernidad, generalmente catalogados como impresionistas. Pero otros más conservadores descubrieron también la playa y sus placeres. Entre los artistas del juste milieu (término medio) se encuentra Ernest-Ange Duez. En este lienzo de tamaño medio, Duez nos ofrece un trozo de una playa del canal de la Mancha: no cabe duda de que el lugar es septentrional pues está ligeramente nublado, aunque las sombrillas mantienen su papel simbólico. También se aprecian otros símbolos de las actividades lúdicas en la playa: cubos y palas, castillos de arena, niños jugando a pescar, sillas sencillas y espartanas (algunas abandonadas); y tras una valla divisoria, los bañistas. El centro de atención lo ocupa la mujer que está sentada en primer término y vigila a su hija con mirada protectora: tal vez sea una viuda. Curiosamente, no está representado ningún adulto masculino.
Esta imagen más bien melancólica, pintada en 1885, se encuentra en el polo opuesto del Impresionismo. La pincelada está perfectamente controlada, el colorido es apagado y la impresión general es la de una armonía tonal de grises, pardos y negros (sólo la niña quiebra esta armonía con sus medias rojas y, sobre todo, con el lazo rojo de su sombrero). Los negros y los pardos habían sido desterrados de la paleta de la mayor parte de los artistas impresionistas (a excepción de Manet y Renoir). Los personajes de Duez están muy acabados, a diferencia de la arena, el mar y el cielo que los rodean. Y ello justifica que a Duez se le califique como artista del juste milieu, tal vez más académico y más en la línea del Salon, que naturalista o impresionista.
Sin embargo, Duez conocía y admiraba a Édouard Manet, tenía cuadros de Claude Monet (uno de los cuales prestó para la cuarta exposición impresionista de 1879) y de Berthe Morisot, y le entusiasmaba la obra de Degas.
Duez no puede considerarse como un pintor impresionista, pero fue lo suficientemente liberal como para darse cuenta de la importante brecha abierta por los impresionistas en la década de 1870. Esto añade una nueva dimensión a la obra de tamaño medio que aquí comentamos. Posiblemente Duez está más cerca del artista belga Alfred Stevens y del italiano De Nittis, y de hecho estos dos últimos poseían obras de Berthe Morisot, y De Nittis también de Monet y de Degas.
Los historiadores han de tener en cuenta todos estos elementos y no pensar que los artistas se pueden catalogar dentro de categorías rígidas y estancas, negando los solapamientos de los diferentes credos artísticos y de sus aplicaciones.
Ronald Pickvance