En las carreras
Raoul Dufy pinta el cuadro En las carreras a principios de la década de 1930, cuando domina perfectamente su arte. El artista ha desarrollado un estilo propio, una grafía cursiva y espontánea a base de comas y arabescos. Ha llevado hasta sus últimas consecuencias sus investigaciones sobre el color y la luz y goza de una gran experiencia acumulada al hilo de las corrientes, de las influencias, de los encuentros y de los trabajos realizados en el ámbito de las artes decorativas. Es decir, que cuando Dufy pinta En las carreras, es ya un artista consumado. El tema elegido para esta obra es uno de sus temas insignia. Dufy es famoso por sus carreras de caballos como Vermer lo es por sus vistas de Delft, y no es por casualidad. Las carreras son, en muchos aspectos, un tema ideal, absolutamente idóneo para las investigaciones del pintor y los asuntos que le gusta explorar: el movimiento, la luz, la elegancia. El cuadro se descompone en dos zonas de color. En la primera, en la que domina el verde oscuro, el verde de la pista, cubre la mayor parte del lienzo. La segunda, que por oposición a la primera es la que crea perspectiva, es predominantemente azul, el azul del cielo. La línea del horizonte se sitúa muy alta dentro del cuadro y la pista y los personajes que por ella se mueven acaparan nuestra mirada: los jockeys vestidos con casacas de vivos colores y con las piernas plegadas apretando los flancos rojos de los caballos, los dandis con sus ceñidas levitas y sombreros de copa de color azul o púrpura y las elegantes, protegidas por imponentes sombrillas rojas o blancas y luciendo vestidos largos y entallados. Estos personajes se reparten por el lienzo de manera muy homogénea, llenando todo el espacio de la pista. Todos ellos nos dan la espalda y miran hacia el horizonte, excepto los tres jockeys representados de perfil y un personaje con traje violeta, en primer plano en el centro de la composición, que nos mira de frente. A su alrededor reina una gran actividad, impresión que nos da, en primer lugar, la actitud de los personajes, representados en posturas que sugieren movimiento, y que se refuerza por la grafía de Dufy, siempre muy suelta. Además, también se debe a la disociación del trazo y del color, nunca encerrado dentro de unos límites. Por último, la vibración se produce gracias a la asociación de las pinceladas azules y verdes que constituyen el fondo. Ahí, la armonía y el dinamismo, estrechamente vinculados, nacen de la variación y de la oposición constante de los colores.
Fanny Guillon-Laffaille