El bosque
En 1913, año en que está fechado este «paisaje rayonista» titulado El bosque, Natalia Goncharova firmó junto a Mijaíl Lariónov el Manifiesto del rayonismo. Este movimiento de las vanguardias rusas fue definido por Camilla Gray como el estilo «que engloba todos los estilos existentes y todas las formas de arte del pasado, pues todos ellos, como la vida, son simples puntos de partida de la percepción y de la construcción de un cuadro rayonista». Según esta nueva propuesta estética, que, como especifica la historiadora americana, partía del concepto de percepción, ambos artistas demostraban su interés por la naturaleza de la visión e iniciaban el estudio de la luz como la fuente indispensable de nuestra apreciación sensorial del mundo. Como para que cualquier objeto pueda ser visto tiene que estar iluminado, los rayonistas representan con medios pictóricos toda la secuencia de rayos que nos permiten ver una determinada escena. «Nosotros no podemos sentir el objeto con nuestro ojo como está representado convencionalmente en los cuadros, sea cual sea el procedimiento utilizado —exponían en el manifiesto rayonista—. Lo que percibimos es una suma de rayos procedentes de una fuente de luz; éstos son reflejados en el objeto y de ese modo entran en nuestro campo de visión».
El bosque, también titulado Paisaje rayonista o Percepción rayonista, que fue exhibido tanto en Mishen (El blanco), la exposición organizada por Lariónov en Moscú en 1913 que supuso la presentación en sociedad del nuevo movimiento, como en la muestra individual de la pintora organizada por la galerista K. I. Mikhailova en su Art Salon de Moscú en ese mismo año, es un claro ejemplo de la interpretación que hizo Goncharova del rayonismo. Si comparamos esta pintura con la Calle con farolas de Lariónov, también perteneciente a la Colección, podemos observar que difiere sustancialmente de la de su compañero. Mientras que las pinturas rayonistas de Lariónov dan siempre la sensación de ser experimentaciones rápidas, las de la pintora parecen más convincentes, más meditadas y equilibradas. Además, aunque por regla general mantienen un trasfondo temático o ciertas referencias al mundo real, en este caso el interior de un bosque y el necesario entrecruzamiento de rayos de colores en diferentes direcciones, confieren al cuadro un aspecto abstracto. A pesar de haber sido un movimiento efímero, el rayonismo tuvo la importancia de haber abierto la puerta de la abstracción al arte ruso.
Paloma Alarcó