En 1968 Vasarely comenzó su serie “estructuras universales” en la que plasmó su profundo interés por la física cuántica, la teoría de la relatividad y la astrofísica. En obras como Fény, de 1973, que significa luz en húngaro, trató de evocar el universo inaprensible de las galaxias. Basándose en la repetición de una unidad plástica compuesta por un círculo inscrito en un cuadrado, creó una retícula que al deformarse genera un paisaje abstracto tridimensional con elevaciones y depresiones. “Arrastrado por las ondas –declaraba el artista– huyo hacia adelante, a veces hacia el átomo, a veces hacia las galaxias, atravesando los campos que atraen o repelen en atracción o en repulsión”. Este doble efecto ilusionista de convexidad y concavidad poseía para Vasarely un simbolismo cósmico que evocaba la expansión del universo y la formación de las estrellas y las galaxias.

Cuando pintó Fény, Vasarely se encontraba en la cumbre de su carrera creativa. Su deseo de llevar sus ideas artísticas al espacio público empezaba a materializarse al tiempo que su nombre se convertía en sinónimo de op art (arte óptico), tras el éxito cosechado con su participación en la exposición The Responsive Eye del Museum of Modern Art de Nueva York en 1965

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