El tema central de la exposición, La Crucifixión, que guarda el Museo Thyssen- Bornemisza, es una de las pinturas más antiguas que se conserva del artista y está considerada una obra de su primera etapa de actividad. Se trata de una tabla de notable interés, especialmente por su tratamiento del paisaje, para el que elige un momento crepuscular en el que la luz tiene un protagonismo que se refleja tanto en el cielo como en las tonalidades utilizadas para presentar a los personajes. En la tradición de la pintura medieval, junto al tema central, generalmente escenas del Nuevo Testamento o vidas de santos, es frecuente encontrar espacios reinventados, como Tierra Santa, Jerusalén o Belén recreadas en forma de ciudades medievales, con un paisaje "de lejos" agradable y pintoresco, lleno de detalles que lo humanizan. En esa línea, el fondo de este cuadro es un amplio escenario en el que destaca el desarrollo de Jerusalén, una ciudad vista desde el exterior con un recinto amurallado y los edificios del templo y el castillo sobresaliendo sobre los demás.