Terrafilia. Más allá de lo humano en las colecciones Thyssen-Bornemisza

¿Qué nuevas formas puede dar el amor a nuestra convivencia con la tierra? Terrafilia nos invita a reimaginar nuestro lugar en el planeta, no como soberanos, ni como observadores distantes, sino como compañeros en un mundo compartido. A través del arte, la filosofía y los saberes ancestrales, esta exposición profundiza en el amor a y por la tierra como una manera de ser y de participar capaz de inspirar justicia, sentido comunitario y cuidados sin distinción de especies ni de épocas.

Asunción Molinos Gordo. Autoinducción, 2023

Terrafilia

Palabra compuesta por el griego Philia (amor) y el latín Terra (tierra)—expresa una profunda conexión emocional, ética y espiritual con el planeta. Más que al simple amor a la naturaleza, apunta a una relación de afecto y de transformación con la Tierra. Este tipo de amor no se basa en la pasión individual, ni los ideales románticos, sino el cuidado, el compromiso y la responsabilidad para con todos los seres, humanos y no humanos.

A lo largo de la historia ha habido pensadores, como el místico medieval Ramon Llull, que han concebido el amor como una fuerza universal y divina que mantiene unido el cosmos y lo abarca todo: las raíces y las ramas, los seres humanos y los animales, e incluso la propia Tierra. En el ámbito de la política, la filósofa Hannah Arendt habló del amor mundi, el «amor al mundo», como una manera de crear comunidad y proteger significados compartidos. Ambas visiones, sin embargo —la mística y la cívica—, excluían a menudo la Tierra como participante activa en ese amor.

La reacción de pensadores contemporáneos como Malcom Ferdinand ha sido proponer una nueva metáfora: la del «mundo barco», una nave colectiva en la que además de seres humanos también se encuentran plantas, animales, ecosistemas y visiones culturales del mundo diversas, objeto de exclusión histórica y sistémica.

Evitando distinguir entre Tierra y mundo, esta perspectiva nos exhorta a ver la debacle ecológica no solo como una crisis medioambiental, sino como una ruptura de nuestra capacidad común de vivir todos juntos en el mismo planeta.

bell hooks, escribiendo desde la arcilla roja de Kentucky, nos recuerda que la Tierra no es simplemente un telón de fondo para la vida humana, sino nuestro primer y último hogar. La Tierra da testimonio de vidas a las que se les negó la justicia, ofreciendo consuelo, dignidad y un sentido de integridad allí donde los sistemas humanos fallaron. Esta visión afrofeminista de Terrafilia une lo espiritual y lo material, lo ancestral y lo ecológico, en una ética del cuidado que surge de la lucha y perdura a través de la memoria.

Artistas, poetas y filósofos nos invitan a reflexionar sobre el peso histórico de esta ruptura, haciéndonos ver que las metáforas en torno a la Tierra, que en otros tiempos eran símbolos de hogar y salvación, como la del barco, también cuentan historias de exclusión, imperialismo y explotación. Aun así, gracias a la imaginación, el ritual y el recuerdo, las comunidades siguen resistiendo, recuperando y recreando su lugar dentro del territorio común planetario. Terrafilia, en consecuencia, no es una simple idea, sino una herramienta pedagógica, una práctica política y una visión poética.  

Este enfoque estratificado se refleja en una intervención arquitectónica de Marina Otero Verzier con Andrea Muniáin: una estructura translúcida, en forma de serpiente, que envuelve el espacio expositivo y guía a los visitantes a través de sus planos cambiantes de transparencia y escenarios entrelazados.

En estos tiempos de crisis planetaria,Terrafilia nos recuerda que el amor puede ser una fuerza reparadora, que vuelva a anudar los hilos rotos del mundo que compartimos.

Dr. Lakra. Sin título, 2027

Cosmogramas

La antigua idea de cosmos —un todo armonioso que manifiesta una esencia común o una realidad última— surgió en diversas culturas como una explicación de la existencia. Estas cosmologías primigenias plasmaban el sentido de unidad en representaciones concretas: mitos, rituales, símbolos y diagramas que eran como mapas de las relaciones entre mundos y  sus habitantes. La instalación de Dr. Lakra, Monomitos, realizada específicamente para la exposición y que da la bienvenida a los visitantes en la entrada de Terrafilia, presenta un desfile desenfrenado de figuras totémicas  —parte humanas, parte animales, parte objetos, parte espíritus. A través de actos lúdicos de recombinación y travesuras materiales, estos seres híbridos desdibujan las categorías, trastornan las jerarquías y nos introducen en un mundo donde reina la transformación.

1. ¿Qué es un cosmos?

En su origen, la palabra cosmos significaba «buen orden» o «disposición hermosa». Además de para describir el universo, los griegos de la Antigüedad la usaban para designar la profunda armonía percibida por ellos en el mundo natural. Presente en muchas culturas y tradiciones espirituales —desde el alHaqq del sufismo hasta el Brahman del hinduismo—, esta percepción de que todo está conectado entre sí sigue influyendo en cómo imaginan las personas el mundo y su lugar dentro de él.


Todos vivimos en un cosmos, pero la concepción que nos formamos de él está condicionada por la cultura, la filosofía y la imaginación.

2. Ensamblajes, más que sistemas

Terrafilia propone no entender el mundo como un sistema de jerarquías claras, sino como un ensamblaje. Es la idea de que la vida no nace de un orden que se va extendiendo desde las alturas, sino de alianzas, relaciones y el funcionamiento simbiótico entre las cosas. 

Monomitos de Dr. Lakra se mueve entre lo espiritual y lo lúdico, mostrando que la diferencia no separa, sino que crea un espacio fértil para el encuentro y el intercambio. En ese espacio, distintas visiones del mundo se conectan a través del cuerpo y la transformación.


Esta visión nos ayuda a no concebir el planeta como una máquina, sino como una red de seres creada colectivamente, que abarca desde los hongos y los seres humanos hasta el clima y los mitos

Asunción Molinos Gordo. Autoinducción, 2023

Un planeta animado

«Un planeta animado» nos invita a pensar de manera ecológica, pero no solo sobre el medio ambiente, sino también sobre el lugar que ocupa cada uno de nosotros en la gran trama de la vida. Con materiales tomados de la ciencia, los saberes indígenas y el mito, este capítulo muestra el funcionamiento de la vida, dejando patente que siempre se rige por la conexión, la interdependencia y la co-formación mutua: todo está interconectado, desde las bacterias hasta los espíritus, y desde los árboles hasta las figuras mitológicas. El capítulo también plantea las consecuencias de dejar de ver el mundo como un telón de fondo y empezar a relacionarnos con él como algo vivo, inteligente y lleno de compañeros imprevistos. 

1. El pensamiento ecológico es multidimensional

Pensar ecológicamente es una invitación a imaginar la vida no en una sola escala o momento, sino a lo largo y ancho de diversas capas de tiempo y espacio, desde las bacterias hasta los bosques, y desde el pasado más remoto hasta la crisis actual. Además de ciencia, la ecología es una manera de intuir que todo está interconectado.


Esta visión nos ayuda a entender que los seres humanos, los animales, las plantas, los microbios y hasta los minerales se entretejen en sistemas de vida compartidos.

2. La vida evoluciona por cooperación, no solo por competición

Inspirándose en la obra de la microbióloga Lynn Margulis, esta exposición se aparta de la idea de la «supervivencia del más fuerte» para acercarse a otra basada en la simbiosis y la cooperación. La vida surgió a lo largo de miles de millones de años de evolución, de interacciones entre microbios y transferencias de genes para crear nuevas células, e incluso especies.


Se pone así en tela de juicio el énfasis occidental en la competición y la jerarquía, sustituidas por una historia de ayuda recíproca, interdependencia y coexistencia creativa. 

Hervé Yamguen. Paz mental, 2023

El arte de los sueños

«El arte de los sueños» nos invita a adentrarnos en el otro lado de la conciencia, donde la lógica cede su sitio a la metamorfosis, y las sombras emanan un fulgor que trastoca el «mundo del orden». Desde las visiones ancestrales hasta las epifanías místicas, los sueños siempre han conectado a los seres humanos con fuerzas situadas más allá del mundo visible. Además de como portales de encuentro, sirven de fuentes de sabiduría. Este capítulo explora la experiencia de soñar como una forma poderosa de conocimiento, transformación y resistencia que reformula nuestra concepción del tiempo, el yo y el cosmos.

1. El portal del sueño

Estar vivo en este planeta va más allá de incidir en el mundo. También radica en sintonizar con él, moverse con sus ritmos y participar en sus ciclos. En nuestros cuerpos y mentes laten cadencias naturales: la luz y la oscuridad, las estaciones, las estrellas, etc. Cuando el día deja paso a la noche ingresamos en otro estrato temporal: el reino de los sueños, donde convergen la intuición, la memoria y la transformación.


La noche no es solo falta de luz. También es la puerta a la visión interior, la conexión espiritual y las posibilidades creativas.

2. Soñar es una forma de conocimiento

Los sueños brindan un tipo de conocimiento que no es racional ni lineal. No transmiten mensajes en el sentido tradicional: lo que hacen es crear experiencias de comunión que nos guían y nos hacen vislumbrar lo invisible. Es un tipo de comprensión poética, intuitiva y mística.


Los sueños no son «escapatorias» de la realidad, sino maneras alternativas de encontrar sentido a la vida, la muerte, el tiempo y el ser.

Thomas Ruff. 04h 20m/-70º, 1992

El mundo objetivado

«El mundo objetivado» indaga en los esfuerzos de los pensadores racionales por entender y controlar la naturaleza a través de la ciencia, la lógica y las herramientas de observación y clasificación. Tras la inmovilidad del orden científico, no obstante, hay una historia de exclusión y resistencia. 

La pregunta que se hace este capítulo es la siguiente: ¿qué sucede cuando intentamos inmovilizar la vida para observarla? ¿Qué estamos pasando por alto? ¿Quién, y qué, se queda al margen? ¿Y qué otras formas de conocimiento podrían estar aún por venir?

1. El conocimiento como poder: la apacible vida del estudioso

Con sus globos, mapas e instrumentos científicos, Rincón de una biblioteca evoca el mundo del sabio de la Ilustración, desapegado, reflexivo y rodeado por dispositivos de observación y aprendizaje. Este «diálogo silencioso» representa la convicción de que se podía determinar la verdad a través del estudio, la razón y el orden.


De la pretensión de objetividad se deducía que los seres humanos eran capaces de entender el mundo y las leyes de la naturaleza «desde fuera», observándola. También implicaba que cualquier otra manera de entender el mundo e interactuar con él quedaba obsoleta, y sometida a una feroz subyugación.

2. El cosmos como máquina racional

El objetivo de la ciencia de la Ilustración era desvelar una estructura lógica detrás de todo lo existente. La naturaleza se reimaginó como algo sistemático y conocible, convirtiendo el misterio en mecanismo, y haciendo hincapié en la existencia de una jerarquía del ser, con Dios en lo más alto, seguido, en este orden, por los seres humanos, los animales y todos los demás.


¿El conocimiento se genera para entender mejor el mundo o para dominarlo y regularlo? ¿Para ampliar las perspectivas o para reforzar las visiones ya existentes del mundo y respaldar un determinado status quo político y económico? Los conocimientos de tipo excluyente borran, dividen y explotan.

Brad Kahlhamer. Bowery Nation, 1985-2012

Terra infirma

«Terra infirma» nos invita a pisar suelo inestable, un suelo en que la tierra no es una posesión, sino un archivo viviente de las huellas de la colonización, la resistencia y la renovación. Este capítulo se centra en el testimonio que da la propia tierra sobre historias de desposesión y de supervivencia. Recurriendo a tótems, muestras y extractos de suelo, relatos de creación y actos de protesta contra la violencia extractiva, las obras de arte de este capítulo ponen en tela de juicio las nociones heredadas de la tierra como propiedad, y frente a ellas apelan a una ética renovada de los vínculos, la reciprocidad y los cuidados.

1. La Tierra como testigo

El suelo que pisamos es un suelo vivo, lleno de huellas de nacimientos, migraciones y heridas. En muchas cosmologías, la tierra, las rocas y el barro no son sustancias inertes, sino materia consciente —antepasados y testigos—, que toman el pulso al tiempo. Son a la vez origen y archivo, depositarios de lo que persiste y de lo que estuvo a punto de perderse.


El terreno es portador de relatos pasados por alto en las historias oficiales. Sus texturas, fracturas y capas contienen la memoria de la creación, la supervivencia y la desaparición.

2. Terra infirma: el suelo inestable

Terra infirma habla de un planeta marcado por la extracción, la conquista y la ruptura. Frente al concepto jurídico y colonial de «terra firma»— tal como lo describió Carl Schmitt: un mundo dividido y con fronteras, perteneciente a quienes son considerados plenamente humanos—, este territorio se caracteriza por la incertidumbre y una memoria turbulenta. Aquí la tierra no es un telón de fondo, sino una fuerza activa, inestable y consciente.


Aceptar el terreno como materia sensible y con capacidad de reacción hace zozobrar la lógica de la posesión y redibuja las relaciones que se establecen con él.

Diego Delas. Amuletos birmanos (Castillo bajo el polvo), 2024

El retorno del tiempo de los mitos

Los mitos son historias vivas que inciden sobre el concepto que nos formamos de nosotros mismos, de nuestros orígenes y de nuestro lugar en el mundo. Lejos de ser solo antiguos cuentos, son relatos en pleno desarrollo que fijan la identidad, revelan los valores y explican cómo se forma el mundo y cómo debe mantenerse el orden resultante. Nuestra capacidad de crear mitos es un recurso que nos permite concebir e invocar relaciones no presentes todavía.

1. Los mitos nos anclan al mundo

Los mitos son historias vivas que inciden sobre el concepto que nos formamos de nosotros mismos, de nuestros orígenes y de nuestro lugar en el mundo. Lejos de ser solo antiguos cuentos, son relatos en pleno desarrollo que fijan la identidad, revelan los valores y explican cómo se forma el mundo, y cómo debe mantenerse el orden resultante. Nuestra capacidad de crear mitos es un recurso que nos permite concebir e invocar relaciones no presentes todavía.


Los mitos construyen pertenencia y significado. Nos recuerdan quiénes somos, qué valoramos y cómo nos relacionamos con el mundo y entre nosotros.

2. El tiempo mítico se despierta en las crisis

El tiempo mítico va más allá de la historia lineal. Cíclico y recurrente, se manifiesta siempre que el presente se tambalea o apela a una renovación, brindando caminos para reimaginar y reconstruir la vida y los objetivos de la colectividad. A diferencia del tiempo histórico, siempre en busca de orden y continuidad, el mítico está abierto a la inestabilidad: los animales hablan, los dioses bajan de las alturas, y las especies se mezclan entre ellas.


Los mitos no se limitan a evocar el pasado. También activan transformaciones, ayudando a las comunidades a sanar, adaptarse y soñar nuevas posibilidades.

Carsten Höller. Morsa roja, 2011

Cosmogonías oceánicas

Una cosmogonía es una teoría o relato sobre los orígenes del universo y de la vida. Este capítulo indaga en los relatos de creación oceánica que empiezan por la aparición de la vida en el agua, fruto del movimiento y la interconexión. 

A través de una fusión entre la ciencia ecológica y el mito y las prácticas espirituales, se nos invita a entrar en el mundo desde la perspectiva del mar: sentir con las corrientes, movernos con el plancton y transportar memoria en cada gota de agua salada.

1. El océano como espacio de conocimiento fluido

Las aguas turbulentas y refractivas del océano disuelven las fronteras entre el cuerpo y el entorno. Sus fuerzas cambiantes invitan a pensar de una forma fluida y libre, que integra mente y cuerpo. Inspiradas en la ecología, las epistemologías indígenas y la ciencia ficción, las “ontologías húmedas” exploran el mundo como flujos interconectados.


El océano se convierte en una metáfora y un método, ofreciendo una forma de conocimiento «líquida» que circula entre cuerpos, disciplinas y formas de existir.

2. Pensar con el océano es transformador

Pensar oceánicamente es sumergirse en las profundidades, despojándose de una comprensión terracéntrica del mundo. Significa abrirse a la complejidad, la incertidumbre y el movimiento constante, entre la ciencia y el mito, la ecología y la imaginación, la vida y la materia.


El océano no es solo un objeto de estudio. Es también un elemento con el que pensar, y que nos ofrece nuevas maneras de imaginar las relaciones entre los seres humanos y el planeta. 

Actividades relacionadas con la exposición

Terrafilia. Más allá de lo humano en las colecciones Thyssen-Bornemisza
DESCÁRGATE EL FOLLETO
Y consulta las veces que quieras este contenido desde tu móvil