Robert Campin fue un pintor de reconocido prestigio en su época y de su taller salieron importantes pintores como Jacques Daret y Rogier van der Weyden. A él se debe, junto a Jan Van Eyck, el surgimiento de un nuevo modo de representar la realidad, alejado completamente de la visión del gótico internacional. El retrato del Museo Thyssen-Bornemisza sigue la línea abierta por otros pintores flamencos, en la que los donantes, que aparecían como espectadores de las escenas religiosas en los retablos, cobran importancia por si mismos y se convierten en únicos protagonistas de las obras. Nuestro personaje abarca por completo el espacio, destacando sobre un fondo claro, restringido al máximo. Sus rasgos están ejecutados con gran realismo y minuciosidad, puesto que esta pintura se pensó para contemplarla a corta distancia. Hulin de Loo identificó a nuestro retratado con Robert de Masmines, relacionándolo con un personaje que aparece en un dibujo atribuido a Jacques Leboucz en el Recueil d’ Arras, aunque se advierten pocas semejanzas con nuestra obra. Existe otra versión de este retrato, conservada en la Gemäldegalerie de Berlín.

 

A las novedades pictóricas inventadas por los artistas italianos desde el siglo XIV se añaden, a lo largo del siglo XV, las de un segundo foco localizado en la Europa del norte. En lo que es hoy Bélgica, sur de Holanda y norte de Francia nació una nueva forma de representar la realidad que, como en Italia, tuvo en la naturaleza su fuente de inspiración. Sin embargo, la interpretación que estos pintores, a los que denominamos primitivos flamencos, hicieron de su entorno tendría unas consecuencias distintas a las italianas y se reflejó con unos criterios estéticos y técnicos diferentes.

Los retablos de estos artistas desempeñaron un papel importante en el desarrollo del retrato como tema independiente. La figura del donante fue ganando en ellos espacio y notoriedad, tanto si se los pintaba aislados como si se los representaba introducidos por un santo en la escena sagrada. Al final, estos donantes y comitentes terminarían por ser considerados objetos de interés por sí mismos.

Por lo demás, conviene observar que al abordar el retrato en Flandes es inevitable la referencia a Jan van Eyck como uno de sus grandes innovadores. Tablas como El hombre del turbante, 1433, de la National Gallery de Londres, o El cardenal Albergati, h. 1431, del Kunsthistorisches Museum de Viena, nos descubren unos personajes que han abandonado su estatus de piadosos donantes para convertirse ellos mismos en el tema principal y único de la pintura. Es en esta línea en la que podemos colocar esta obra de Robert Campin.

El personaje retratado, identificado como Robert de Masmines, llena materialmente toda la superficie de la tabla, surgiendo de un reducido fondo con vitalidad y potencia. Su pequeño formato es el ideal para una obra que está pensada para ser vista a corta distancia. La cabeza está pintada con un realismo meticuloso. Las arrugas de la frente y de los ojos, las ojeras, la incipiente barba junto con la pronunciada papada, así como el nacimiento del cabello cortado alrededor de la oreja ponen de relieve una sensibilidad especial para representar todos los pormenores faciales con increíble verismo.

La identidad del retratado fue fijada por Hulin de Loo, quien relacionó este rostro con el de un personaje representado en un dibujo atribuido a Jacques Lebouq en el Recueil d’Arras. Masmines, distinguido con el toisón de oro, fue un destacado militar borgoñón que estuvo al servicio de Felipe el Bueno y murió en el sitio de Bouvignes. Sin embargo, esta identificación, que no descansa sobre bases suficientemente sólidas, ha sido puesta en cuestión por otros historiadores, que han subrayado el parecido del retratado en este cuadro con el Nicodemo del Descendimiento de Rogier van der Weyden del Museo del Prado.

En cuanto a la identificación del personaje con Robert de Masmines, los rasgos del dibujo de Arras mantienen pocas similitudes con la imagen del Museo Thyssen-Bornemisza. La prominente forma de la nariz, con un destacado caballete, que Masmines luce en el dibujo de Arras, se transforma en la pintura del Museo Thyssen-Bornemisza en una nariz larga y recta, con formas muy definidas y anchas en la zona de los orificios nasales. La boca de ambos personajes tampoco guarda mucha similitud, siendo el labio inferior de nuestro retrato bastante más carnoso y pronunciado que el del diseño. Robert de Masmines también aparece reproducido, de perfil, en un colgante conservado en Múnich. En esta pieza se percibe con total nitidez la línea de su nariz.

La pintura, inédita hasta 1957, procede de la colección del conde Van der Straten Ponthoz, con sede en el castillo de Ponthoz, cerca de Huy, en Bélgica. Según parece, esta familia estuvo entroncada con los descendientes de Masmines. De Bélgica, la tabla pasó a Inglaterra, siendo adquirida en 1960 para la colección Thyssen-Bornemisza.

Otra versión del retrato se conserva en la Gemäldegalerie de Berlín. Ambos se expusieron juntos, para su comparación, en la National Gallery de Londres en 1961. La existencia de estas dos versiones, de una alta calidad las dos, ha dado lugar a varias tesis que afectan a la autoría de las pinturas, fecha de las mismas e identidad del retratado.

Mar Borobia

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