Petrus Christus es un pintor flamenco del siglo XV, vinculado a la ciudad de Brujas. Su estilo tiene conexiones con el de Jan Van Eyck, del que tomó sus modelos y simplificó sus esquemas compositivos. Su producción evidencia también el conocimiento de la obra de Rogier van der Weyden, en la disposición de los temas y en la expresividad de los personajes. La Virgen del árbol seco, que fue atribuida a Petrus Christus por Grete Ring en 1919, es un tema poco habitual. Esta representación está relacionada con la cofradía de Nuestra Señora del Árbol Seco, a la que el artista y su mujer pertenecieron. Se supone que algún cofrade pudo haberle encargado la obra para su devoción privada o incluso que fuera del propio Petrus Christus. En esta pequeña tabla el artista ha representado simbólicamente el mensaje de la Redención, a través de las figuras de la Virgen y el Niño, como narra el Libro de Ezequiel, haciendo alusión a María como la Nueva Eva y al árbol seco, que se ha interpretado como el Árbol de la Ciencia, marchito tras el pecado original y que volvió a florecer con la concepción de Jesús. El Niño aparece en la composición como Redentor de la humanidad, llevando en la mano el globo coronado con la cruz.
 

Esta pequeña tablita, que procede de una colección belga en la que se hallaba a principios del siglo XX, fue atribuida, en 1919, por Grete Ring a Petrus Christus. Representa un tema original dentro de la producción del pintor. Su iconografía se repetiría posteriormente con variantes en sellos, como el conservado en el Archivo Municipal de Brujas; en medallas, como la de la Biblioteca Real Alberto I, de Bruselas; o más directamente en pinturas, como la tabla central del tríptico con el mismo asunto de Pieter Claessen en la iglesia de Santa Walburga en Brujas, fechada en 1620. Pieter Claessen, sin embargo, eligió como fondo del tema un amplio paisaje con un punto de vista elevado; en su centro, sirviendo de eje, se levanta el árbol en cuyo interior se coloca a María y al Niño.

La Virgen del árbol seco perteneció, antes de 1919, a la colección berlinesa de Ernst Oppler. Hacia 1937 la encontramos en la colección de Fritz Thyssen, en Mülheim, entre cuyos descendientes estuvo hasta la década de 1960.De la familia Fritz Thyssen pasó a la colección de Konrad Adenauer, y en 1965 entró en la colección Thyssen-Bornemisza, siendo una adquisición del barón Hans Heinrich.

El tema tiene una relación directa con la cofradía de Nuestra Señora del Árbol Seco, que contó entre sus miembros con el pintor y su esposa, inscritos en ella hacia 1462. Esta cofradía, mencionada ya en un documento de 1396, tuvo una capilla en la iglesia franciscana de los Hermanos Menores en Brujas, destruida en 1578 durante las guerras de religión. Entre sus cofrades más destacados se encontraban, como miembros de honor, los duques de Borgoña y otros personajes de los más altos estamentos políticos y sociales de Brujas. Sin embargo, una leyenda difundida durante el siglo XVIII, sin mucho rigor histórico, atribuyó a Felipe el Bueno su fundación. Según esta leyenda, antes de que el duque entablara batalla contra los franceses, la Virgen y el Niño se le aparecieron sobre el tronco de un árbol seco. Felipe el Bueno oró entonces ante la imagen pidiendo la victoria y ésta le fue concedida. El desenlace de la historia consistiría en la fundación de la cofradía como acto de agradecimiento y conmemoración de la victoria.

En este minúsculo óleo, el artista, tal vez inducido por su comitente, representó de forma simbólica el mensaje de la Redención encerrado en la iconografía con la que se representa a la Virgen y al Niño. Para la interpretación iconográfica de la Virgen en esta pintura hay que recurrir al Libro de Ezequiel. Las palabras del profeta «sequé el árbol verde e hice reverdecer el árbol seco», se interpretan como una clara alusión al pecado original y al papel que desempeñaría María como la Nueva Eva. El árbol seco se identifica con el Árbol de la Ciencia, marchito tras el pecado original y que volvería a florecer por la concepción de Jesús. Otra de las fuentes que se han mencionado para la lectura del tema ha sido un texto de Guillaume de Deguileville, de 1330, donde en términos metafóricos se expresa la misma idea.

Este mensaje se fortalece con la representación de Jesús, que sostiene en una de sus manos el globo coronado con una cruz, en clara alusión a su papel como Redentor de la humanidad. Por otro lado, las ramas secas del árbol, dobladas y trenzadas, forman una corona que constituye una clara prefiguración de su Pasión. De las ramas secas cuelgan quince aes doradas que simbolizan la primera letra del Ave María; su número se ha puesto en relación con los misterios contenidos en el rosario, oración para llegar a la intercesora entre los hombres y Dios. Esta pintura pudo ser encargada por algún miembro de la cofradía para su devoción privada, pero también pudo ser una pintura para el propio Petrus Christus como cofrade que era de la hermandad. Esta hermandad religiosa dedicada a obras de caridad veneraba también la Inmaculada Concepción.

La pintura está concebida, por su acabado, como una joya o un objeto precioso donde destacan los materiales y sus texturas. Las figuras, de cabezas redondas con rostros bien construidos, reflejan el mejor estilo de Petrus Christus. Sus modelos están inspirados en Jan van Eyck, al que siguió en algunas pinturas, y en Rogier van der Weyden, del que tomó la forma de expresar los sentimientos. La presencia de Van Eyck la encontramos en el tipo de Virgen con el Niño que pudo tener su inspiración en la famosa Virgen de la fuente del Musée Royal des Beaux- Arts de Amberes. La huella de ambos artistas se manifiesta en la etapa final de Petrus Christus, periodo al que pertenece esta pintura.

Mar Borobia

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