En Adán y Eva, Hans Baldung Grien nos presenta un magnífico estudio del desnudo femenino y masculino, de gran precisión y con una fuerza plástica comparable a la de los grandes maestros. Trata el tema del pecado original, justo el momento previo, en el que Eva ha cogido ya el fruto del árbol inducida por el demonio y que el artista representa no solo a través de sus símbolos habituales –la serpiente y la manzana- sino especialmente por la elocuente actitud de Adán, que sujeta firme y posesivamente a Eva, con una mirada que no deja sitio a la ingenuidad.

Pintura de proporciones alargadas, la mujer está representada con suaves formas redondeadas y una tez clara y tersa. El hombre, de piel más oscura, refleja los conocimientos de anatomía del pintor, definiendo con un modelado de luces y sombras la musculación y las diferentes partes del cuerpo. Fechada en el periodo de madurez del artista, evoca la obra con el mismo tema de su maestro Durero, que sin duda conoció durante la estancia que pasó en su taller. Baldung Grien trató el tema del pecado original en muchas otras ocasiones, conservándose dos grabados con este asunto fechados en 1511 y 1519.

MGA

Adán y Eva forma parte de la colección Thyssen-Bornemisza desde 1929; la obra fue adquirida a la galería Julius Böhler de Múnich, por donde había pasado ya en 1916. La tabla, además, perteneció a dos colecciones privadas: una en Italia, en Cremona, y otra la del barón Bissing de Múnich. La pintura, que se dio a conocer a la crítica tras su paso por la galería Böhler, fue publicada por primera vez por Friedländer en 1917 en un artículo dedicado al pintor alemán. Los catálogos de la colección Rohoncz que la han recogido desde 1930 han sido siempre muy escuetos en sus comentarios, y Christian Salm, que la estudió en ese contexto en 1969, sólo se ciñó al problema de la datación.

En esta tabla, Baldung Grien interpreta un tema tradicional de la historia sagrada de una forma inusual y para el que ha elegido un formato alargado y estrecho. Eva, en primer término, cubre su desnudez con un velo transparente que más que disimular parece destinado a resaltar su pubis. Su brazo derecho rodea el oscurecido tronco del árbol del Paraíso, mientras su mano izquierda sostiene la manzana. El frontalismo de esta figura se contrarresta con la posición de Adán, cuyo cuerpo se esconde detrás del de ella, y cuyas piernas marcan una suave diagonal que profundiza en la composición. Sus manos abrazan a Eva de manera insólita, ya que una se apoya con suavidad en su cadera mientras que la otra acaricia un pecho. Las actitudes de las figuras distan también bastante de la representación habitual del tema; así, mientras una Eva casi ausente dirige sus ojos, impasible, hacia un lugar indeterminado, Adán establece un vínculo con el espectador a través de una provocadora mirada.

Baldung Grien ha ilustrado el momento previo al pecado original, en el que Eva ha cogido ya el fruto del árbol inducida por el demonio, transformado en la serpiente que aparece enrollada en una pequeña rama a la izquierda. El pintor ha elaborado la escena con pocos colores, predominando los grises y negros del impreciso fondo, con nubes en el ángulo superior derecho, así como el tono de las carnaciones, que armoniza con el ocre que se ha utilizado para trazar los cabellos de las dos figuras. La única nota discordante en la gama se produce con el poderoso y llamativo rojo de la manzana que sostiene Eva.

El tema, con otro punto de vista en el que priman la belleza, la proporción y la armonía, había sido tratado por Durero en un grabado de 1504 y en las tablas independientes, de formato similar a éste, conservadas en el Museo Nacional del Prado. Baldung interpretó otras muchas veces el pasaje del pecado original, especialmente en su obra gráfica, pero siempre desde un prisma original e incidiendo en las consecuencias del pecado y de la muerte.

La pintura, fechada en 1531, en la madurez del artista, se ha comparado por su asunto, composición, formato y técnica con el Hércules y Anteo de la Gemäldegalerie de Kassel, y se ha sugerido la posibilidad de que ambas tablas hubieran formado parte de un ciclo donde Baldung, una vez más, habría analizado desde distintas ópticas el tema de la muerte.

Mar Borobia

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