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Por Teresa de la Vega


El cuerpo es «bueno para pensar». La consciencia que el ser humano tiene de sí mismo como una criatura corpórea está en el núcleo de su identidad. Pero el cuerpo no es exclusivamente una entidad biológica, también es una elaboración social, el lugar en el que confluyen las estrategias reguladoras del poder y los estereotipos de género que han conformado la cultura occidental.

El desnudo se mueve entre realidad orgánica y máscara social, lo que ha sido «dado» por la biología y lo que ha sido «añadido» por la cultura. Al estar libre de marcadores temporales precisos, podríamos pensar que posee un valor universal y eterno; y sin embargo, como no podía ser de otra forma, los artistas reflejaron en él el espíritu de su época, sus inclinaciones estéticas y las oscilaciones de la moral.

Son numerosos y a menudo contradictorios los sentimientos e ideas suscitados por el desnudo como forma simbólica: inocencia o pecado, armonía o pathos, verdad o extravío, comunión con la naturaleza o alienación social. El cuerpo ha sido concebido como un santuario y como una prisión, como algo de lo que sentirse orgulloso y como una lacra y, ante todo, como objeto de deseo, pues no cabe duda de que la contemplación de un hermoso cuerpo desnudo provoca una respuesta erótica o, al menos, sugiere esa posibilidad.

Si bien aparece en el arte de todas las épocas, desde el paleolítico hasta nuestros días, solo en la cultura occidental surgió la idea de ofrecer el cuerpo, por sí mismo, como objeto de contemplación privilegiada, codificándolo como un género artístico autónomo, sujeto a determinadas reglas o convenciones, entre el realismo y la idealización.
 

Durante siglos, el desnudo ha inspirado algunas de las obras más excelsas del arte occidental, e incluso sobrevive en el siglo XXI, y no solo como ejercicio académico. Ha sufrido innumerables transformaciones, sin duda, pero aun así sigue siendo uno de nuestros principales vínculos con la tradición clásica, pues las representaciones artísticas de la antigüedad grecorromana siguen influyendo en nuestra forma de percibir la perfección física.
¿Pero qué es el desnudo? Para el historiador británico Kenneth Clark es «una forma de arte inventada por los griegos en el siglo v a. C., del mismo modo que la ópera es una forma de arte inventada en Italia en el siglo XVII». Con esta sucinta definición, Clark pretende poner de relieve que no es un mero tema del arte, sino una forma de arte.

El título del libro de Clark, El desnudo: un estudio de la forma ideal, nos aclara el punto de vista del autor, que distingue el desnudo de la desnudez, subrayando que el desnudo no es simplemente la transcripción directa de un cuerpo desvestido, sino más bien –en tanto que forma simbólica y concepción ideal– de un cuerpo «vestido de arte». La desnudez corporal es aquella en la que nos encontramos despojados de nuestras ropas, mientras que las imágenes transmitidas por la tradición artística occidental representan cuerpos equilibrados, llenos de confianza, cuerpos re-formados.

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