El interés por crear un puente entre vida y arte fue el propósito principal de la unión de un grupo de jóvenes artistas que, bajo el nombre de Die Brücke (El Puente), formaron el más temprano movimiento expresionista alemán. Su búsqueda incesante de lo originario tuvo uno de sus reflejos en las escapadas a lugares alejados de la ciudad de Dresde durante los períodos estivales. Erich Heckel y su compañero de grupo Karl Schmidt-Rottluff escogieron la pequeña localidad costera de Dangast en el Mar del Norte.

Las fábricas de ladrillo de la región, de altas chimeneas y un color rojo intenso, que contrastaba fuertemente con el verde del entorno, fueron retratadas por primera vez por Heckel en esta obra del Museo Thyssen y pronto se convirtieron en uno de sus motivos predilectos. La factura suelta, compuesta a base de espontáneas pinceladas y gruesos empastes de colores antinaturalistas, nos remite a la de Vicent Van Gogh. Heckel, que conoció la obra del artista holandés gracias a una exposición durante 1905 en Dresde, se distingue de este por aplicar la pincelada de una manera menos ordenada y sistemática.

MRA

Erich Heckel pintó esta Fábrica de ladrillos durante su primer viaje a Dangast junto a Karl Schmidt-Rottluff en el verano de 1907. Como la mayoría de los componentes del grupo Die Brücke, estos dos jóvenes pintores abandonaron su estudio de Dresde en busca de nuevos temas para su pintura y llevados por su añoranza de un estilo de vida más primitivo, más en armonía con la naturaleza. La pequeña localidad de Dangast, en la costa alemana de la provincia de Oldenburg, que eligieron al azar sobre un atlas, se convirtió para ellos en su Arcadia del Mar del Norte. En este particular paraíso cercano, ambos artistas dieron rienda suelta a sus instintos creadores y vivieron una prolífica temporada, fascinados por la variedad del paisaje, la rusticidad de la arquitectura y la atmósfera cambiante. Las numerosas fábricas de ladrillos de las afueras del pueblo, que conformaban la principal industria de la zona, con sus altas chimeneas y sus extensos tejados rojos, que llamaban tanto la atención en medio del verde paisaje, pronto se convirtieron en motivo pictórico para ambos. Años más tarde, Heckel recordaba en una entrevista: «[en Dangast] había unas impresionantes fábricas de ladrillos que me produjeron una fuerte impresión. Por un lado, sus ladrillos aportaban el color rojo al paisaje. Por otro, marcaban la horizontal con sus largas barracas, mientras que sus altas chimeneas introducían, por así decirlo, el cielo dentro del cuadro».

El lienzo del Museo Thyssen-Bornemisza, fechado en 1907, es el primero que pintó Heckel con este tema. Se trata de la fábrica de Branloge, fundada por Adolf de Cousser en 1875 y que aún hoy está operativa. Heckel repetiría este mismo motivo en algunas acuarelas y obras sobre papel y, al año siguiente, en otro lienzo, captando la misma fábrica desde un ángulo distinto. Peter Vergo destaca el contraste de factura entre ambas pinturas, mucho más expresiva y empastada la de la colección Thyssen-Bornemisza y bastante más plana la segunda, que «marca ya la transición hacia la mayor claridad de su estilo maduro».

En esta primera versión, Heckel ha suprimido completamente los contornos y la forma está creada principalmente a través del color. La estructura del cuadro está dominada por la fuerte línea transversal que forman las edificaciones de la fábrica, sólo alterada por la vertical de la larga chimenea roja. Los colores estridentes y antinaturales, los espesos empastes y las pinceladas pequeñas, aplicadas con gran espontaneidad y con un cierto movimiento, acentúan la expresividad de la composición. Es evidente la huella que han dejado en él las obras de Van Gogh contempladas en Dresde, aunque Heckel reinterpreta las ordenadas pinceladas del holandés, aplicadas con una determinación sistemática, y utiliza una factura más desordenada y errática. Para los jóvenes expresionistas de Die Brücke, Van Gogh no dejaba de ser un pintor de espíritu francés, preocupado por conseguir en la superficie pictórica un cierto efecto de orden y equilibrio, por lo que rechazaron los aspectos estructurales de su obra y sólo adoptaron los elementos expresivos de su lenguaje.

Paloma Alarcó

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