El pintor francés Eugène Boudin es considerado uno de los precursores del movimiento impresionista. Su afición a pintar directamente del natural y su fascinación por estudiar los efectos lumínicos sirvieron de modelo al joven pintor Claude Monet, con el que mantuvo una estrecha relación.

Con diez años, Boudin, hijo de un marino, fue grumete en el barco de su padre. A pesar de que pronto abandonaría el oficio, el pintor mantuvo un fuerte vínculo con el mar, que se convertiría en protagonista de gran parte de sus obras. Trabajó en El Havre con un impresor local y posteriormente en una papelería. Durante este periodo entró en contacto con los artistas Théodule Ribot, Thomas Couture, Jean-François Millet, Constant Troyon y Eugène Isabey, que influyeron en su decisión de dedicarse por entero a la pintura y de trasladarse a París en 1847. Su primera etapa estuvo influida fundamentalmente por la pintura holandesa del siglo XVII y la obra de sus contemporáneos de la Escuela de Barbizon.

Después de 1855 hizo varios viajes a Bretaña. El paisaje bretón, sus costumbres, sus calles, sus iglesias y sus mercados se convertirían en tema de su pintura. Desde entonces, sus viajes a la costa de Normandía y Bretaña se intercalaron regularmente con estancias en París o en Deauville, donde vivió a partir de 1884. En 1859 conoció a Gustave Courbet, expuso por primera vez en el Salon de París y su pintura fue alabada por Charles Baudelaire. En la década de 1860 Boudin realizó un gran número de obras que tenían como protagonistas a grupos de veraneantes en las playas de Trouville y que fueron muy bien recibidas dentro del panorama artístico francés.

En 1874 participó en la primera exposición de los impresionistas en el boulevard des Capucines. Al final de su vida, entre 1892 y 1895, realizó tres viajes a Venecia en busca de nuevos temas de inspiración. En 1895, tres años antes de su muerte, recibió la medalla de oro de la Exposition Universelle.

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