Crespi inició su aprendizaje a la edad de doce años en el taller de un pintor poco conocido de su ciudad natal. A principios de la década de 1680 estudió con Domenico Maria Canuti, y hacia 1684 ingresó en la academia de dibujo dirigida por Carlo Cignani. Desde sus comienzos se interesó por la obra de los maestros boloñeses de finales del siglo XVI y copió los frescos de los Carracci y los trabajos de Guercino. En 1686 comenzó a trabajar con Gian Antonio Burrini, quien le puso en contacto con el marchante de arte Giovanni Ricci, con cuya ayuda financiera pudo viajar en los años siguientes a Urbino, Parma y Venecia, lo que le permitió estudiar la obra de los grandes maestros del norte: Correggio, Veronés y Tiziano. En 1690 pintó su primera obra importante, Las tentaciones de san Antonio, para la iglesia de San Nicolò degli Albari, en Bolonia. En 1700 abrió su propia escuela de pintura en Bolonia. Durante la primera década del siglo XVIII, Crespi trabajó para el gran príncipe Fernando de Toscana, para quien realizó El éxtasis de santa Margarita de Cortona, todavía en Cortona, en el Museo Diocesano, y la ambiciosa Matanza de los inocentes, en Florencia, en la Galleria degli Uffizi. Gracias a su contacto con la corte de Florencia, Crespi conoció y estudió la colección de pintura flamenca y holandesa de los Medici, que tuvo una decisiva influencia en él. En 1712, el boloñés ejecutó para el cardenal Pietro Ottoboni su famosa serie dedicada a Los siete sacramentos, conservada en Dresde, en la Gemäldealerie Alte Meister. A lo largo de su trayectoria Crespi pintó composiciones de tema religioso e histórico, pero su mayor originalidad reside en sus retratos y en sus cuadros costumbristas. Entre sus mejores ejemplos en este género se encuentran: Mujer fregando platos y La pulga, ambas en Florencia, en la Galleria degli Uffizi.

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