El pintor norteamericano John Singer Sargent se formó en Italia y Francia, donde conoció a grandes artistas como James McNeill Whistler y Claude Monet. Fue un incansable viajero cuya curiosidad lo llevó a distintos puntos de Europa y el norte de África, donde pintó numerosos paisajes y escenas costumbristas.

Entre 1880 y 1882 pasó dos temporadas en Venecia, durante las cuales realizó estudios de personajes locales y rincones de la ciudad. Es el caso de esta vendedora de cebollas sin identificar. En este retrato de tres cuartos la modelo posa con una mano apoyada en la cadera, cubierta por la ristra de cebollas que cuelgan de su hombro. Su piel aceitunada y en penumbra contrasta con el blanco más cálido de su falda y de las cebollas. La ciudad de Venecia apenas se esboza a través de la ventana que ocupa el ángulo superior derecho, ya que el pintor otorga el protagonismo a sus habitantes más humildes.

CM

Durante su estancia en París, Sargent viajó a diversos lugares que consideraba exóticos en busca de nuevos temas para su pintura. En 1879 visitó España, y al año siguiente, tras una estancia en Tánger y un viaje a los Países Bajos, se estableció durante unos meses en Venecia, alojado en el Palazzo Rezzonico. Sargent viajó de nuevo a esta ciudad italiana en 1882, albergándose en esta ocasión en el Palazzo Barbaro. Como ha escrito Richard Ormond, los cuadros pintados por Sargent en Venecia, en los que emergen grupos de mujeres situadas en recónditos interiores, «señalan uno de los hitos de su arte», ya que, al contrario de lo que se podría presuponer, «no le interesaban ni los famosos monumentos de la ciudad ni los vistosos aspectos de la vida veneciana». Tal y como sucede con algunas de sus obras españolas, estas tempranas escenas venecianas del pintor nos trasladan a un mundo de sombras repleto de resonancias literarias.

La Vendedora veneciana de cebollas del Museo Thyssen-Bornemisza fue pintada en una de estas dos primeras visitas del artista a Venecia. Representa a una joven en solitario contra un fondo estructurado geométricamente por la pared y la ventana de la parte superior derecha, que nos permite contemplar una vista veneciana de un canal. En el interior, la gama cromática de colores oscuros, que contrastan con la claridad de la falda y del chal de la joven, contribuyen a transmitir un ambiente de misterio. Por otra parte, toda la composición, de factura muy suelta, refleja la influencia que dejó en Sargent la pintura velazqueña, que tanto había admirado en sus visitas al Museo del Prado, a la par que una cierta huella de los retratos de Franz Hals, que había visto durante su viaje a Holanda. El escritor Henry James, que profesaba una gran devoción por la pintura de su amigo Sargent, elogió de manera especial el collar de cebollas colgado por encima del hombro de la modelo, «estas pequeñas hortalizas deliciosamente pintadas parecen tan valiosas como perlas ampliadas».

La muchacha, cuya belleza no oculta su pertenencia a la clase trabajadora, tiene un cierto parecido a la modelo de Una calle en Venecia, también con la mano en la cadera y con la misma mirada taciturna y esquiva. Katherine Manthorne apunta la posibilidad de que se trate de Carmela Bertagna, una de las modelos favoritas del pintor, por su parecido con el retrato que le hiciera hacia 1879. Ahora bien, parece poco probable que esta muchacha de origen español, modelo de Sargent en París, aparezca en las pinturas venecianas.

Tal y como documenta Richard Ormond, Monsieur Lemercier, a quien Sargent dedicó el cuadro, era el doctor Abel Lemercier, médico de profesión y dueño del edificio situado en el número 73 de la rue de Notre-Dame-des-Champs de París, en el que Sargent tenía su estudio.

Paloma Alarcó
 

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