Por Ana Gómez y Clara Harguindey


El recorrido se conforma como un viaje a través de ciudades representadas, imaginadas y escritas. Este viaje pone en diálogo el libro Las ciudades invisibles (Italia, 1972) de Italo Calvino y algunas obras seleccionadas de la colección. Como viajeros curiosos, iniciamos una travesía, un encuentro o una huida por las ciudades visibles del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza creando un diálogo con las imaginadas por el escritor.

Las ciudades invisibles de Italo Calvino están construidas a partir de los relatos de viaje que Marco Polo relata al Gran Kan. El personaje de Marco Polo, que hilvana todo el discurso y la construcción del universo imaginario del relato, está inspirado en el célebre explorador veneciano, que aparece representado ante todo como un personaje cuya curiosidad y deseo de conocer «las razones por las que los hombres siguen habitando y soñando ciudades», le convierten prácticamente en un alter ego de las búsquedas del escritor.

A través de la descripción de las ciudades, de cada diálogo o reflexión, Calvino evoca una idea atemporal sobre los territorios y lugares que habitamos, y desarrolla una visión poética, pero también crítica, que cuestiona la ciudad contemporánea de una forma muy cercana a como lo hacen muchos artistas de todas las épocas con sus pinceladas sobre el lienzo.

Para Calvino, «Las ciudades son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican todos los libros de historia de la economía, pero estos trueques no lo son solo de mercancías, son también trueques de palabras, de deseos, de recuerdos».

Igual que un pintor aboceta un paisaje, un territorio o la ciudad donde se conformaron sus recuerdos de infancia, el escritor crea sus ciudades invisibles también de forma fragmentaria y como respuesta a diferentes momentos y preguntas que se hace a lo largo de su vida. Las ciudades invisibles surgen en su imaginario a partir de una serie de carpetas dedicadas al concepto de ciudad que recogían ideas y apuntes y que, poco a poco, fue llenándose de páginas, conformándose como una entidad propia, con una poética común.

 

Así en los últimos años llevé conmigo este libro de las ciudades. Durante un periodo se me ocurrían solo ciudades tristes, y en otro solo ciudades alegres; hubo un tiempo en que comparaba la ciudad con el cielo estrellado, en cambio en otro momento hablaba siempre de las basuras que se van extendiendo día a día fuera de las ciudades. Se había convertido en una suerte de diario que seguía mis humores y mis reflexiones; todo terminaba por transformarse en imágenes de ciudades: los libros que leía, las exposiciones de arte que visitaba, las discusiones con mis amigos.

A lo largo del recorrido iremos trazando un mapa de encuentros entre las ciudades descritas por Calvino y algunas ciudades pintadas e imaginadas por los artistas de la colección, para hallar unas lógicas comunes entre ellas, unas conexiones no visibles que el espectador puede articular. Como en el texto de Calvino «el lector ha de entrar, dar vueltas, quizá perderse, pero también encontrar en cierto momento una salida, o tal vez varias, ofrecerle la posibilidad de dar con un camino para salir».

Así como el Gran Kan hablaba con Marco Polo solo para seguir el hilo de sus razonamientos, situando sus respuestas en un discurso que ya ocurría en su cabeza, quien inicia este recorrido confrontará las imágenes de su memoria con las imágenes de las ciudades que encontrará a lo largo del viaje que proponemos. Desde aquí se aspira a visitar las ciudades de la colección del museo poniendo la vista en los márgenes, en las narrativas secundarias, en los conceptos periféricos. Queremos invitar a mirar estas ciudades de un modo crítico, a alejar conceptos normativamente cercanos y a aproximar ideas que a priori parecen lejanas o ajenas. No pretende ser un recorrido concluyente o exhaustivo («la evocación de una ciudad arcaica solo tiene sentido en la medida en que está pensado y escrito con la ciudad de hoy delante de los ojos»), sino que aspira a que ampliemos los discursos de la memoria, a que repensemos no «la ciudad» sino «nuestra ciudad», buscando posicionarnos de forma activa como agentes implicados en el mundo que habitamos, como seres pensantes que imaginan, inventan y crean futuro.

Obras del recorrido